Todos los indicadores apuntan a que Castilla y León deja atrás lo peor de la segunda ola y también Zamora, aunque se encuentre entre las provincias aún más afectadas de la región y del conjunto del país. Noviembre fue terrorífico. Las muertes en Zamora han sido más del doble que en la primera ola. Frente a los 92 contabilizados hasta mayo, la semana que cierra acaba con más de 200, acumulando la mayor parte de decesos a contar desde el mes de septiembre. La región, que ya sufrió de manera terrible en provincias como Soria, Ávila o Segovia la primera ola, también se ha mantenido en la segunda ola entre las cinco comunidades españolas con mayor tasa de mortalidad.

Con la positiva evolución, las Navidades a la vuelta de la esquina y los sectores castigados por los cierres completamente exhaustos, las medidas restrictivas ya comenzaron a suavizarse, aunque de manera desigual, según marcan los índices epidemiológicos. León y Salamanca se incorporaron el viernes a la apertura iniciada hace una semana en Ávila y Segovia. Si la curva de contagios continúa en descenso, Zamora se podrá incorporar a la nueva desescalada a partir de la semana próxima. Es lógico, la vida necesita continuar y nadie puede blindarse para siempre. Tenemos que prepararnos para coexistir un tiempo con el enemigo. Solo hay una forma de conseguirlo: con prudencia y responsabilidad.

La victoria empieza en cada uno de nosotros. Entre de octubre y noviembre, en un lapso de apenas dos semanas, los ingresos en el complejo hospitalario zamorano por COVID llegaron al 80% de la ocupación en planta. La UCI, a día de hoy, sigue al máximo de ocupación. Desentrañar con precisión lo que ocurrió unas semanas antes permitiría determinar objetivamente el origen del mayor pico de la pandemia. No fue cuestión del azar. En algún momento, y por alguna razón concreta, los contagios comenzaron a hacerse exponenciales. Lo que vino después fue una avalancha de dolor y muerte, hasta situar a Zamora en la tercera provincia más afectada de España, la segunda de la región tras Burgos que continúa como la provincia más afectada.

Zamora había llegado al mes de julio en una situación de estabilidad en cuanto a contagios y fallecimientos. Sin embargo, en apenas un mes, comenzó a dibujarse un cambio radical que exige un preciso análisis de causas, fundamental para que la debacle no se repita. Noviembre fue igualmente un periodo dramático para el mercado laboral. La incidencia del patógeno baja, pero su impacto en la economía se desborda. El paro escaló el mes pasado hasta el 14,40% de los zamoranos en edad y condiciones de trabajar. Las nuevas restricciones impuestas por el gobierno autonómico cuando se disparó la segunda ola mandaron de vuelta a las regulaciones temporales de empleo a más de 2.000 personas.

El sector servicios, que concentra el mayor daño por las limitaciones y el descenso del consumo, agrupa a más de 8.500 zamoranos en situación de desempleo. Los hosteleros zamoranos han salido a la calle y reclaman unas ayudas anunciadas, pero aún no recibidas. Trabajadores en ERTE ven cómo sus prestaciones encallan en la maquinaria burocrática. Los autónomos protestan por la situación crítica de unos negocios que ya se encontraban mermados antes de la pandemia. Para que las prestaciones a los sectores castigados surtan efecto tienen que ser directas, suficientes y ágiles. La ciudadanía comprende la delicada situación, en especial la de los principales afectados, hosteleros y comerciantes, aunque las reacciones viscerales por el agobio nunca resultan aconsejables. Salud y actividad, el dilema.

El choque perenne desde el inicio de esta plaga y el más complicado de manejar. Una ecuación a resolver con medidas equilibradas y proporcionales. Tumbar la curva sin arrasar las empresas. De nuevo se repite la tragedia de las residencias geriátricas. La incapacidad para revisar su modelo con verdadera urgencia supone un pecado de ineficacia intolerable. En las escuelas o en los hospitales, por citar lugares expuestos a muchas interacciones y con ingresados vulnerables, no surgen brotes de un calado semejante. Aunque la mayoría de los casos se vinculan a reuniones de familiares o amigos. Entre estos últimos y residencias, aún están activos más de cuarenta casos en la provincia zamorana que conllevan más de 500 nuevos contagios. Estamos aún lejos de poder respirar con alivio. Estos meses terribles desde febrero sí dejan sentadas algunas evidencias.

Contábamos en España, según la opinión general, con la mejor sanidad del mundo. La complacencia llevó a ignorar sus estrecheces. Sin cohesión suficiente, ni funcionaba como un reloj, ni gozaba de tantos puntos fuertes. El patrón asistencial quedó desfasado, con métodos de información e intercambio de datos precarios, con una dispersión de competencias aberrante y pautas inadecuadas de tratamiento ante necesidades complejas. Habrá que acometer una revisión a fondo del sistema cuanto antes.

Seguir colocando parches para salir del atolladero y aguardar a la siguiente crisis no constituye una opción. El éxito consiste en reducir a la mínima expresión la circulación del coronavirus, no en encarcelar a la población sin distinciones. La vacuna tardará. La promesa de su aplicación inmediata ni es realista, ni resuelve el laberinto de la propagación de las infecciones. El agotamiento puede con los sanitarios, muy tocados psicológicamente. Merecen más aplausos ahora que durante el primer embate, pero merecen, sobre todo, medios humanos y técnicos, además de la responsabilidad individual de cada ciudadano para permitirles un respiro en medio de jornadas extenuantes que, a mayores, tienen consecuencias para pacientes con dolencias tan graves como el coronavirus. Ni la región, ni mucho menos Zamora, puede permitirse, sanitaria y económicamente, nuevas limitaciones severísimas y enclaustramientos a cal y canto.

Atajar los repuntes exige compromiso y sensatez individuales, y también iniciativas distintas que descubran masivamente los casos y sus puntos neurálgicos para intervenir por anticipado sobre ellos. No cabe esperar un desenlace distinto repitiendo los criterios que nos han traído hasta aquí. La prevención de la tercera ola empieza ahora mismo. Su estrategia ya debería estar definida y en marcha.