Todos o muchos recordamos los primeros días de la pandemia. Esperábamos la hora en la que el doctor Simón y otros miembros de la comisión informaban con detalle y sobre todo con números cómo evolucionaba la crisis y lo que hacían el ejército, los hospitales, las fuerzas de seguridad. Pronto surgió la duda por parte de algunos, nunca se verificó si cierta o no, sobre ocultación de datos. No fueron pocos los que así pensaron y lo dijeron. Ahora lo leemos también en nuestro periódico.

Los muertos al inicio de la pandemia fueron el doble de los oficiales (LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA del día 16 de noviembre). El problema es muy profundo, cuando los que están obligados a decirnos la verdad, nos la ocultan o desfiguran. Todos podemos caer en una crisis de grandes dimensiones. La desconfianza se hizo presa de una parte de la sociedad y con ella la inseguridad de no saber a ciencia cierta lo que pasaba. También como resultados hemos vivido una desconfianza hacia los gobiernos. Todo ello ha infectado a la sociedad, pues cuando no hay credibilidad hacia quienes deben por ley velar por el bien común de todos, es malo.

La información completa, veraz, a tiempo, es necesaria y de gran valor. Cuando ésta se nos adultera la buscamos en otras fuentes alternas , en redes sociales que operan sin control y que por tanto rara vez se puede saber quién dice, qué, cómo, con qué , medios, para quién y con qué intenciones. Y justo, ahí radica la obligatoriedad de los organismos públicos de suministrar y favorecer que los medios de información reconocidos como tales, tengan acceso a ella para que la divulguen.

Ese derecho a la información que las Constituciones reconocen, la española por ejemplo en el artículo 20, la alemana en el 5 protegen a los ciudadanos y vela por ese derecho frente a los propios organismos oficiales a cualquier nivel. Se trata de un derecho fundamental. Y miramos a nuestros medios sobre todos los impresos y más cercanos. En ellos si podemos identificar a quién escribe y a quiénes entrevistan y si le ocultan o le retuercen la información. Yo mismo he podido felicitar y agradecer por ejemplo a Irene Gómez, Alejandro Bermúdez entre otros, por su excelente información en Comarcas.

Digamos también, que las instituciones públicas, ayuntamientos, comunidad, hospitales, residencias, están por ley obligadas a facilitar información veraz, puntual y facilitar la presencia de los medios de comunicación en sus reuniones, puntos a tratar y acuerdos o atender a sus demandas, pues los así reconocidos prestan también un servicio público de interés general. Y la ley de régimen local así lo reconoce expresamente. Y todos seguimos buscando sobre todo el dato exacto, si es posible. Cuántos enferman, cuántos mueren, cuántos son dados de alta, cuántos incumplen la ley son sus reuniones y botellones y también en estos casos, las policías deben suministrar los datos y nombres, pues el bien común prima sobre la identidad particular de los que delinquen.

Ahí está como ejemplo el mapita que desde hace tiempo aparece en la página 2 de este periódico casi todos los días con los nombres de las unidades sanitarias, el número de contagios y la flechita que indica si suben o bajan con relación al día anterior. Y junto al mapa la información más detallada pero siempre con números y bien explicada. Esto es lo que se llama información de calidad, rigurosa, de interés general. Esto es en el campo de la información un verdadero servicio público. Y repito, las instituciones, también las residencias de mayores, públicas, privadas o administradas por fundaciones, cuyos miembros de los patronatos, en muchos casos, ni se conocen, ni hablan, están en la obligación de suministrar los datos a las autoridades sanitarias y a los medios de comunicación.

Lo demás, es alimentar bulos, rumores, comunicados en redes sociales malsanos que alimentan la desconfianza, inseguridad, temor y angustia. Y sobre todo, si cumplieran con su obligación, ayudarían no solo a intentar ayudar a quienes padecen, sino también a saber a qué atenerse en relación con la autoprotección.

No es lo mismo pasar por delante de una vivienda o una residencia donde hay focos de infecciosos que donde está todo limpio. Se pueden dar rodeos y por tanto protegerse y proteger. El exigido distanciamiento social, también obliga en relación con estos espacios y lugares. Y para ello hay que saber cuántos contagios, hospitalizaciones o muertos se dan en ellos. Y los responsables deben decirlo, sin aproximaciones, ni oscurantismo.