Por falta de espacio, a la columna del domingo pasado le faltaron los dos párrafos finales que son con los que quiero comenzar mi reflexión en tinta de hoy.

Cuando sus datos eran peores que los nuestros, la presidenta de Madrid -en contra de su vicepresidente Aguado- arriesgaba y fijaba estrategia en función de sus características singulares, equilibrando actuación sanitaria y preservación de la actividad económica y el empleo. No son caminos incompatibles. Mientras, aquí, el gobierno del vicepresidente Igea -ya preocupante la ausencia del presidente Mañueco cuando hay que tomar decisiones con riesgo de erosión política-, decidía hacer seguidismo aventajado de los fracasos de Sánchez, Illa y Simón.

Que el azar influya y determine la evolución del ordenado caos que es el universo, no implica que las cosas ocurran por casualidad. Siempre hay una causalidad detrás, hablemos de política, de sanidad o de los premios Grammy. Se atribuye a Einstein la frase “locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Locos estamos, o idiotizados, cada uno en nuestro lado de la barra que separa a administradores y administrados. Ningún motivo para cerrar la hostelería. Ningún resultado que acredite ventaja de mantenerla cerrada. Sin economía no hay vida, tampoco para ti funcionario o para ti pensionista. ¿Por qué callamos?

Una semana después, Igea ha pedido disculpas públicas por haber sido de los que atacó la línea madrileña, eso le honra. Ahora falta que empiece a aplicar en Castilla y León la experiencia demostrada exitosa. Porque ya no todos callamos ni parece que estemos dispuestos a tolerar daños económicos que no repercutan en beneficio para atajar la pandemia. Una caravana de autónomos esta semana en Zamora y otras ciudades. Cien hosteleros en Burgos saltándose organizadamente la restricción administrativa y abriendo sus establecimientos. Cuatrocientos en Palencia que anuncian que, sí o sí, abrirán el día cuatro, anticipándose a una posible nueva prórroga. Todo ello a raíz de que unos días antes, en reunión con representantes empresariales leoneses, desde el gobierno regional se diera por hecho que durante el puente de la Constitución la hostelería seguiría cerrada. Los autónomos son la parte más débil y desasistida del tejido económico pese a ser la más numerosa. La más fácil de castigar con impuestos, arbitrariedad normativa o restricciones sin mayor justificación.

Uno de los dilemas siempre abiertos en Teoría del Derecho es el de la legitimidad de la desobediencia frente a las leyes injustas. Sobre leyes justas se asienta el Estado de derecho, sobre leyes injustas solo cabe la tiranía en cualquiera de sus formas y grados. Que en democracia no debamos alentar acciones de incumplimiento de las normas legalmente aprobadas, por muy en desacuerdo que estemos con ellas, no obsta para que el legislador -o el ejecutivo en su posición de creador normativo- extremen las cautelas y la proporcionalidad a la hora de limitar derechos, algo que claramente en la actual situación no se ha hecho.

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