Aquí, en Zamora, donde hoy se encuentra ubicado el mercado de abastos antes llegó a haber un templo románico cuyo nombre era San Salvador de la Vid. El mercado se levantó en 1902, así que ya lleva más de un siglo a sus espaldas. Para poder construir allí ese mercado hubo que permutar lo que quedaba del antiguo templo por la torre de la iglesia de San Juan de Puerta Nueva, que entonces se encontraba bajo la jurisdicción del Ayuntamiento. Se ve que, en aquella época, Iglesia y Ayuntamiento se llevaban bien, y merced a eso Zamora pudo disponer de un mercado cuya arquitectura encajó, como anillo al dedo, con lo que se llevaba por aquellos años. Una hermosa construcción de estructura metálica, encajada en el centro de la ciudad. En aquella operación nadie resultó perjudicado (Al menos teóricamente), ni tampoco hubo necesidad de realizar ninguna expropiación, ya que fue fruto de un acuerdo. Y el resultado fue muy celebrado en la ciudad puesto que, hasta entonces, los mercados se celebraban en plena calle o en locales no muy bien habilitados, por lo que su salubridad y seguridad no estaban muy garantizadas.

Visto desde la perspectiva actual aquella operación hoy no habría podido realizarse, pues el interés de una joya románica del S.XII, hubiera prevalecido sobre el de un mercado que aún estaba por hacerse. Pero lo cierto es que entonces resultó ser un éxito, porque a finales del S.XIX y principios del XX, la situación socioeconómica de Zamora nada tenía que ver con la actual. Citemos como datos que el número de analfabetos triplicaba al de los alfabetizados, España contaba con una población de solo dieciocho millones de habitantes y el modelo económico estaba basado en el autarquismo. Así que debió resultar fácil hacer ver que aquí había muchas iglesias y ningún mercado. Y de esa manera hoy tenemos un edificio con un siglo de historia en lugar de un templo con novecientos años.

Actualmente, aunque nos encontremos a medio camino entre la necesidad y la insensatez, las cosas hubieran ido por caminos diferentes, pues, si el Ayuntamiento, o cualquier otra entidad o institución, propusiera ahora una operación parecida, a buen seguro que no saldría adelante. De hecho, no hace mucho tiempo se produjo una situación de alguna manera comparable a aquella del trueque iglesia-mercado, y no fue posible llegar a ningún acuerdo. Fue hace unos pocos años, cuando en plena prospección para encontrar un solar donde ubicar el Museo de Semana Santa, se pidió a la Iglesia la cesión de un convento de poco interés arquitectónico, en desuso desde hacía años, y en un estado de conservación no demasiado boyante. Pero, a pesar de que el objetivo final no se distanciaba mucho de los fines perseguidos por la Iglesia, el Obispado no se prestó a tal colaboración.

Volviendo a lo del mercado, lo cierto es que a fecha de hoy las prestaciones que ofrece, y la situación en la que se encuentra no son las más idóneas para las funciones que cabe exigírsele. Tampoco se ajusta a la demanda que ahora se estila. Todo hace que su adaptación a los nuevos tiempos constituya una necesidad perentoria.

Afrontar esa transformación cuesta una pasta, y la ciudad esperaba de las instituciones supraprovinciales que contribuyeran a ayudar a que la obra pudiera salir adelante. Pero en los Presupuestos Generales del Estado no se ha dedicado un solo euro a ello, y de la Comunidad Autónoma de Castilla y León poco puede esperarse, habida cuenta las actuaciones a las que nos tiene acostumbrados durante los últimos 33 años. Aunque bien es cierto que, en casos similares al nuestro, la Comunidad sí ha contribuido con una cantidad próxima a los dos millones de euros. Pero claro, se trataba de los mercados de Valladolid y Burgos, y es sabido que las inversiones no se aplican donde más se necesitan, sino donde se consigue un gran número de votos.

Menos mal que la ciudad ha decidido no resignarse. De hecho, la redacción de un ambicioso proyecto de rehabilitación ha sido adjudicado por el Ayuntamiento a dos arquitectos zamoranos, estimándose que el presupuesto de la obra ascenderá a unos cinco millones de euros.

Ciertamente las pautas en las que debería inspirarse dicho proyecto no deberían ser ajenas a la demanda que se prevé. Y tales datos, se supone que deben obrar en poder de quienes forman parte del mundo de la empresa. De ahí que se les debería escuchar.

Cualquier información puede ser buena y la opinión de los expertos siempre resulta interesante. Pero ¿en qué medida estarán dispuestos a colaborar los empresarios locales? ¿de qué manera ayudarán al buen fin de la operación? De momento, no se conocen las respuestas a esas preguntas. Sería bueno conocer algo de ellas, ya que se trata de un proyecto tan importante para Zamora, que la ciudad no puede permitirse el lujo de equivocarse.

Si, una vez hecha la transformación, los resultados alcanzados llegaran a ser un fiasco (ya que no es fácil acertar, porque siempre sobrevolará la duda de si hubiera sido mejor un mercado clásico o uno con productos “delicatessen” y nuevas especialidades) la responsabilidad caería no solo sobre las autoridades municipales sino sobre todos nosotros.