La principal causa de mortalidad en Europa se debe a las enfermedades no transmisibles como la diabetes, la hipertensión o las patologías cardiovasculares, provocadas, en parte, por un desequilibrio en la ingesta de sal, grasas saturadas, azúcares o fibra. Aquí, solo una correcta y equilibrada alimentación puede salvarnos. De ahí que los gobiernos se hayan puesto manos a la obra para plantar cara a estas estadísticas y ayudar al ciudadano a elegir dietas más saludables, que frenen uno de los grandes males, la obesidad. La modificación del etiquetado, un sistema capital para la elección de nuestros alimentos, entró en vigor en 2016, pero es ahora cuando dará un cambio radical en nuestro país, con el estreno de Nutri-Score o, dicho llanamente, el semáforo nutricional.

Porque un etiquetado con un listado interminable de ingredientes, aditivos que no somos capaces de identificar y unos valores nutricionales en una tabla que a veces confunden más que ayudan ha provocado que Europa haya optado por un nuevo sistema, más comprensible, que nos permita tomar mejores decisiones a la hora de llenar la cesta. Así es como la Unión de países ha puesto a disposición de los gobiernos las herramientas para diseñar el nuevo etiquetado frontal.

El pasado mes de junio, el Ministerio de Consumo anunció una serie de actuaciones, campañas de educación en hábitos saludables, medidas contra la obesidad y la implantación del llamado sistema de etiquetado frontal, al que conoceremos como Nutri-Score. El modelo se implantará durante los cuatro primeros meses de 2021, eso sí, de forma voluntaria y complementaria al etiquetado actual, que sí es obligatorio. De esta forma, seguimos lo pasos de Francia y Bélgica y junto con ellos seremos uno de los países pioneros en Europa en transparencia sobre la calidad nutricional de los alimentos. Aunque países como Alemania o Portugal ya han anunciado su intención de adoptar este etiquetado.

Como ciudadanos, debemos comenzar a familiarizarnos con el sistema Nutri-Score, que consiste en un código de colores asociados a unas letras: va desde el verde y con letra A para el producto más saludable, hasta la letra E y el color rojo para el alimento peor valorado, el que debemos evitar por todos los medios. Así será el nuevo semáforo nutricional. Se trata de un sistema sencillo e intuitivo que permite al consumidor, a simple vista, reconocer y comparar la calidad nutricional de los diferentes productos y orientarlo hacia las alternativas de mejor calidad nutricional.

El novedoso etiquetado permitirá al ciudadano a hacer una comparativa entre alimentos de la misma categoría. Por ejemplo, entre los productos de desayuno, cereales, galletas o bizcochos. Pero también se podrá comparar entre alimentos de la misma categoría, por ejemplo, cereales de chocolate y muesli. Y, por supuesto, nos ayudará a elegir dentro de un mismo producto qué marca es la que mejor puntuación tiene.

Cuando comencemos a ver el etiquetado frontal en los lineales de los supermercados nos sorprenderemos, y mucho, de los productos tipo “bajo en”, “light” , “sin azucares añadidos” o “integral”, que no son tan saludables como nos quieren hacer ver las fábricas. El semáforo nutricional dejará el descubierto estas estrategias de marketing y las compañías agroalimentarias tendrán que apostar por otras nuevas.

Opcional, cierto. Podría pensarse que las alimentarias esquivarán el sistema. Sin embargo, ya han sido numerosas empresas las que han mostrado su voluntad de incluir este semáforo en sus productos. Un hecho muy positivo, porque solo se podrá hacer una elección correcta si la gran mayoría de los productos que vemos en el supermercado tiene este código de colores. Esto supondrá que la industrias alimentarias entren en una “sana” competencia por conseguir la mayor puntuación de sus productos frente a la competencia.

Este sistema, desarrollado en Francia, no se puede aplicar en nuestro país tal cual. El ministerio ya aclaró que el semáforo se tendrá que ajustar a la dieta mediterránea. Porque quizá ya se hayan escuchado críticas como la clasificación que en el país galo recibe el aceite de oliva: ¿Cómo puede ser que las bebidas carbonatadas con cero azúcar tengan mejor puntuación que nuestro preciado oro verde? Fácil: no se deben comparar productos distintos, tendremos que valorar las distintas variedades de aceite, donde el de oliva conseguirá golear al de palma, que estará en el extremo más negativo del semáforo.

Aunque no habrá etiquetado frontal perfecto, sí es cierto que se trata de una herramienta práctica sustentada en bases científicas sólidas. Y los diferentes estudios que se han elaborado a lo largo de los últimos años así lo corroboran. Y por si esto fuera poco, un estudio publicado recientemente en Francia muestra que este logotipo podría reducir anualmente la mortalidad motivada por enfermedades cardiovasculares.

Consumo ha anunciado ya la aplicación de Nutri-Score, las asociaciones de consumidores han dado su aprobación, los científicos han aportado sus informes avalando el sistema y los críticos han dado su opinión. Será en 2021 cuando los consumidores podamos decidir y valorar si el semáforo nutricional nos ayuda efectivamente a escoger mejor los productos de nuestra cesta y así salvaguardar nuestra salud. El efecto COVID también contribuirá a que el ciudadano tome conciencia de interesarse por todo aquello que afecta a nuestro bienestar, ahora que ya manejamos curvas, niveles de riesgo, semáforos y todo tipo de estadísticas, será más fácil dar la bienvenida al sistema Nutri-Score.

(*) Agrobloguera (www.agrobloguera.wordpress.com)