No podemos quejarnos de cómo se ha portado esta semana que hoy finaliza. En un tiempo de pésimas noticias, nos ha regalado dos que, de momento, nos reconfortan con la vida y nos hacen mirar al futuro con un poco más de optimismo, aunque sin pasarnos porque la situación sigue siendo muy complicada y sin síntomas de arreglo a corto plazo.

La primera es, sin duda, el anuncio de las empresas Pfizer (¡vaya lío para pronunciarla!) y su socio BioNTech de que su vacuna contra la COVID-19 tiene una eficacia de más del 90%, según un análisis intermedio revisado por un grupo de expertos eternos. La novedad fue acogida con un suspiro de alivio en todo el mundo. Y si no que se lo pregunten a las bolsas que registraron un subidón de los que ya ni los más viejos y curtidos se acordaban. Fue como si, de repente, financieros, empresarios y gentes del dinero entendieran que se habían acabado los problemas, que estábamos al borde de la derrota del virus y en vísperas de un retorno a la normalidad, que para estos sectores equivale, especialmente, a ganar pasta comprando y vendiendo acciones, especulando. El resto del personal también respiró mucho más tranquilo y, sobre todo, esperanzado. Lo notabas en las caras, en los gestos, en las conversaciones, en otro tono de las consabidas frases “cuando acabe esto, haremos, iremos”, “cuando se pase esto, nos veremos, comeremos, tomaremos unos vinos”, “cuando finalice esta pesadilla, charlaremos, nos reiremos” y así sucesivamente.

Todo eso ocurrió el lunes 9 de noviembre, aunque, a la velocidad que se suceden las novedades, parece que fuera hace un siglo. En los días siguientes, fue bajando algo el optimismo. Normal. Tras el fuerte e ilusionante impacto inicial, comenzaron las preguntas, las dudas: ¿cuándo estará disponible la vacuna?, ¿habrá para todos?, ¿qué tengo que hacer para vacunarme?, ¿qué criterios se seguirán?, ¿quién sí y quién no al principio de la campaña?, ¿asistiremos aquí, en España, a más tensiones entre el Gobierno central y los autonómicos por ver quién se apunta el tanto, quién lo hace mejor, quién recibe el apoyo de los ciudadanos?

Son algunos de los interrogantes que se ciernen sobre la tan esperada y deseada noticia del hallazgo de la vacuna. Y no son especulaciones frívolas, no. Por ejemplo, el bocazas de Donald Trump ya ha dado un mitin para colgarse medallas como si él hubiera inventado algo o hubiera colaborado en tan vital descubrimiento. Otra mentira más. Además, olvidó decir que la buena nueva no procede de la estadounidense Pfizer, sino que, en realidad, el cerebro de la operación es alemán, se llama Ugur Sahin y es, junto a su esposa Özlem Türeci, el fundador de BioNTech, la empresa que ha descubierto el remedio. Quizás don Donald, guiado por su xenofobia, esté rabioso porque Ugur Sahin es turco de nacimiento y su mujer hija de emigrantes otomanos en Alemania. O sea, dos de los que habría expulsado de Estados Unidos míster Trump si hubiera tenido ocasión. Pero, ya ven, pobres, humildes y han llegado donde han llegado y, aliados con la farmacéutica norteamericana Pfizer, pueden salvar la vida a millones de personas.

¿Habrá para todos? Parece que sí, que Bruselas comprará 300 millones de vacunas y los repartirá entre los 27 países. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha asegurado que a España llegarán 20 millones de dosis para aplicar a diez millones de personas ya que es necesaria una doble vacunación. Esperemos que no se repitan los choques de competencias entre administraciones y que se establezcan criterios claros y comunes para todo el territorio nacional. Lo digo porque ya me estoy temiendo que algunas comunidades (y no hace falta señalar) quieran acaparar y solo estén interesadas en sí mismas sin importarles lo que suceda en el resto. Yo, yo, yo y después yo. No sería la primera vez.

Otro peligro puede residir en las zancadillas que se pongan los distintos laboratorios para ser los primeros o los mejores. Hay mucho en juego: millones de millones, puestos de trabajo, prestigio… Rusia ya ha anunciado que tiene una vacuna más eficaz (92%) que la de BioNTech. China va por el mismo camino. A ver si va a resultar que, en esa carrera, no habrá ganador, pero si perdedores: los ciudadanos. Por lo pronto, y para evitar estos inconvenientes, la Unión Europea ha firmado ya acuerdos, además de con Pfizer, con Sanofi, Janssen y AstraZeneca y está en vías de hacerlo con Curevac, Novavax y Moderna. Todo para garantizar vacunas. Y gratis. No cumplen con menos, que decía mi abuela.

Y la segunda buena noticia de la semana es que se confirma la derrota de Trump. Otro suspiro de alivio, aunque sea, obviamente, más pequeño que el anterior. Pero, ufff, ¡qué descanso!