En los tiempos de “Maricastañas”, según cuentan las “crónicas”, la gente de bien, como la que aspiraba a serlo, entre las muchas buenas costumbres que tenían, para demostrar, en primer lugar su estima hacia el buen hacer de los demás y, consecuentemente, su propia autoestima; pues el que tiene, al menos, una mínima inteligencia, como madurez personal, conoce y sabe que tiene el deber de reconocer; de una manera clara, inmediata, y agradecida; lo que los demás hayan hecho por él; y, obviamente, “a la recíproca”, pues seguro que también desearía de los demás el mismo proceder hacía su persona.

Y es que cuando se pone en evidencia el “dar las gracias” por el favor, por el trato, etc., recibido, se expresa, también, sensibilidad hacía la excelencia del comportamiento de los que han tenido una actividad gratificante para quien la recibe, bien sea por deber profesional, o simplemente “graciosa”, no lucrativa, etc. Y tal actitud, también, refleja educación; por cierto tan escasísima en este “tiempo de silencio mental”, según “sostiene Pereira”, parodiando el título de la obra Luis Martín Santos, que fuera eminente médico psiquiatra, por cierto. Y es que los “lalos” con una enciclopedia Álvarez, evidenciaban “por los poros” “cortesía, urbanidad”; y ahora de los “nietecitos”; con tanta “mochila”, llena de cuadernos, fichas, tablet, móvil y demás abundantísimo instrumental pedagógico, no se puede decir lo mismo; por ello piensen y reflexionen los progenitores y docentes si no saben, o no quieren, o ambas cosas, ejercer y cumplir con sus obligaciones paterno-filiales y educativas.

Y todo ello, en buena medida, gracias a los hijos, tan emprendedores, del “Tío Sam” que al disponer sus “papuchis” de garaje; como la nación americana por antonomasia de elevadísimos presupuestos de investigación universitaria, pues entre unos y otros, inventan, y al hilo de lo que dijo D. Miguel; Internet, Whatsapp, Zoom y demás programas y equipamiento informático, que sustituyen, con eficacia y eficiencia, las relaciones y el contacto humano, que es cosa de “antiguos”.

Y así, en lugar de visitar a los enfermos, a lo que aluden las obras de “misericordia”, comentadas en el Catecismo de la Iglesia Católica homilías y catequesis, y temer “profundo dolor de corazón”, los que se creen los mejores seguidores del Evangelio en el mejor de los casos, y se acuerdan; pues con tantas tareas, negocios, nenes a los que hay que” lavar”, “chuchos” a los que hay que pasear, etc., se puede olvidar tal comportamiento. No obstante, en el “mejor de los casos”, está el “guasap” que con “que tal”, “como te encuentras”, “no te llamo por si te echas la siesta”, “too solucionao”.

“Señoras y señores”, un mínimo de sensibilidad, de respeto a los demás, de agradecimiento a quien generosísimamente se manifiesta y se porta, lo que le supone esfuerzo y tiempo, como “aparcar o retrasar” sus propias tareas; pues, siempre hay 5 minutos; que diría mi amiga Patricia y excelente profesional de Unicaja; a lo largo de las 24 horas del día, para dar las gracias de la manera más personal y, por tanto humana, posible. Si es que es de sentido común, de sentido básico de humanidad; es que no es necesario; para entenderlo, comprenderlo y practicarlo; acudir a citas evangélicas o doctrinales.

Quien manda whatsapp, indicando que no tiene tiempo, cuando bien administrado, y siendo sinceros, todos lo tenemos, y sobre todo, cuando no se emplea en cotilleos y en difamar a los demás; queda como un “Tonto, simple, mentecato”, un ser contradictorio, un enano mental, pues escribir, en el “imprescindible” y “queridísimo” móvil, puede llevar más tiempo que llamando a la persona a quien se dirija. Y sepan, quiénes así proceden y se manifiestan, que consiguen el desprecio ajeno, por tan contradictorio, mentiroso e hipócrita proceder.

Y continuando con el “encabezamiento”: “es ser agradecido”.

Marcelino de Zamora