Algunos ayuntamientos de España están en la disyuntiva de iluminar o no su ciudad en la próxima Navidad. Sería un error no hacerlo. Las luces de Navidad ayudan a fomentar las compras y en las grandes ciudades constituyen un atractivo turístico de primer orden. No es de extrañar el esmero en su puesta en escena que ponen algunos consistorios y el aumento de presupuesto como en el caso de Vigo, Madrid y Barcelona, por citar tres importantes ejemplos.

Podríamos pensar que dada la situación actual el alumbrado navideño constituye un derroche y que ese dinero podría muy bien emplearse entre los más desfavorecidos. Caer en el buenismo no es lo más aconsejable, sabiendo lo que sucede con los repartos y que, cuántas veces, a los más humildes ni la pedrea les llega. Zamora no está para más tristezas, para más recogimiento que el impuesto por el sentido común y la autoridad competente. Zamora necesita alegría, algo de bullicio, guardando las distancias, y luz. Porque en cuanto los escaparates se apagan, a la soledad de las calles se añade una oscuridad que parece no presagiar nada bueno.

Con la Navidad más atípica de nuestra historia reciente a la vuelta de la esquina, por la crisis sanitaria, muchas ciudades comienzan a realizar sus estrategias, aumentando incluso sus partidas presupuestarias y pidiendo la colaboración del maltratado comercio para que adornen sus escaparates de modo diferente. Podría muy bien el Ayuntamiento de Zamora, crear un concurso de escaparates navideños, no con tres, sino con cinco premios, para animar el cotarro y de paso ayudar a las maltrechas cajas que han dejado de sonar.

Las malas perspectivas de estas Navidades hay que combatirlas con recursos, con ideas, con soluciones y con más iluminación en las calles. El dinero de la Cabalgata de Reyes, que no se va a poder celebrar por obvias razones, podría destinarse a iluminar mejor la Zamora navideña, a insuflarle luz, color y esa alegría que se echa de menos en la Zamora lúgubre que se queda solitariamente sola a partir de las diez de la noche. Estamos para que nos den ánimos, no para hundirnos más y más en el pozo del pesimismo, de la tristeza, de la angustia vital, del desasosiego y de la impaciencia.

No perdamos el espíritu navideño, que no está precisamente en el consumismo, pero sí en algo mucho más edificante: compartir, que es partir con, que es colaborar, que es acompañar, que es participar. Solo el Ayuntamiento puede contribuir al impulso turístico y comercial de la ciudad, encendiendo Zamora por Navidad. Lo demás, guardando escrupulosamente todas las medidas, es cosa de los zamoranos.