Los consumidores españoles tienen la sensación de que la nueva normalidad es más cara que la vieja. La OCU no hace más que confirmar estas sensaciones, estas apreciaciones que no son en absoluto descabelladas. La vida está cara de narices. Todo el mundo quiere aprovechar esta dolorosa coyuntura para hacer, si no su agosto, sí más caja de la habitual. Mal el comercio de ropa, calzado, regalos y demás. Peor el que se dedica a la alimentación. En plena crisis no se debería subir ni un céntimo de euro el precio de los alimentos, fundamentalmente los de primera necesidad.

Los consumidores queremos cadenas de supermercados responsables con la calidad de sus productos, pero también queremos cadenas de supermercados responsables con la situación actual que no es nada boyante debido al incremento del paro, a la situación anómala por la que atraviesan tantas familias y porque no hay que confiar la solución, como se viene haciendo frecuentemente a Cáritas y al Banco de Alimentos. Es que una y otra institución no se pueden convertir en supermercados, son lo que son y están para lo que están, para que el hambre no corra como un reguero de pólvora por los hogares. No puede haber bocadillos invisibles para los niños, ni abuelos que se queden a verlas venir con tal de que a sus nietos y a sus hijos no les falte bocado. Es que eso está sucediendo todos los días, aquí, en la Zamora urbana y en la rural.

Los supermercados cuentan con mecanismos suficientes como para hacer de las donaciones un hecho y sin perder, tampoco intentar ganar a costa de subir los precios de los alimentos. Algunos ya estaban caros de narices antes del confinamiento, la vuelta a esta realidad irreconocible ha sido peor. A estos establecimientos ni diez, ni veinte, ni cincuenta euros les hacen más ricos, sin embargo para quienes se tienen que manejar con pocos recursos puede ser una fortuna. Diez de aquí, veinte de ahí, cincuenta del otro lado, dan para la merienda de los niños.

Otro tanto de lo mismo ocurre con los alquileres. Cada propietario es muy libre, ¡faltaba más!, de hacer lo que estime oportuno con su patrimonio pero, a sabiendas de cómo está la situación, bien podrían afinar un poco y dejar las rentas más llevaderas. Y no que algunos prefieren tener el local cerrado antes de ceder. Hombre, no se puede pedir que todos hagan como el empresario Juan Cot, que dio una lección de saber ser y estar, una lección de solidaridad y más, dejando de cobrar los alquileres durante los duros meses del confinamiento.