En “Patas arriba: la escuela del mundo al revés” Eduardo Galeano lo anunciaba en 1998: “Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana”.

Eso es lo ocurre de nuestros días en el mundo en general. ¿En qué momento se dio la vuelta el mundo? ¿Habremos dado la vuelta nosotros con él? Tengo la impresión de vivir en un mundo al revés, donde los malos siguen siendo malos y los buenos son atacados. Donde todo el mundo critica al prójimo sin pensar en las consecuencias; donde todo el mundo se permite hablar y comentar todo y a todos. “Yo lo haría mejor” o “es que no sabe hacer nada” o “cómo viven…”. Cansa, fatiga, agota y a veces, todo termina en actos crueles como el de nuestro compañero, Samuel Paty.

¿Estamos solucionando algo así? Lamentablemente no. Pero seguimos. En este mundo de locos, en este mundo al revés, en el que deberíamos ser más solidarios y tolerantes, nos convertimos en bárbaros, críticos, maestros y comentaristas…

“[…] El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. […]. ¿Será esta libertad, la libertad de elegir entre esas desdichas amenazadas, nuestra única libertad posible? El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo recomienda. En su escuela, escuela del crimen son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación. […] (“Patas arriba: la escuela del mundo al revés” Eduardo Galeano 1998)

Debemos ser ciudadanos de un mundo libre, tolerante, donde la educación prime y se valore y no donde se critique y juzgue. Un mundo donde en cada escuela se pueda aprender, respetar y criticar. Donde podamos aprender a argumentar y a defender nuestras ideas. Una escuela que nos enseñe, nos eduque, nos cultive. Ahora me pregunto si esa escuela sigue existiendo y si puede seguir funcionando en este mundo al revés.

¿Y cómo hacer que esto cambie? Mi humilde consejo: confiar más en la escuela, invertir en ella, creer en ella, crear con ella.

A veces me pregunto dónde estaría yo si no hubiese ido a la escuela o si no me hubiese cruzado con tal profesor o profesora que me transmitió esa pasión de enseñar y educar. Y ahora, como profesora, sola o con mis compañeros, me encuentro en la situación de luchar contra corriente: por un lado, los padres que no confían en la institución como tal, por otro lado, la institución que no cree en nosotros ni en la escuela, pero para mejorar la situación, luchamos también contra una sociedad que nos critica, nos juzga y ahora nos mata.

Todos somos hoy ese profesor, Samuel Paty, todos debemos hablar de ese tema con nuestros alumnos/as, explicarles qué pasó, qué es una caricatura, qué es la tolerancia; también que cada uno tiene una religión diferente y debe ser respetado. Pero sobre todo que matar es un acto bárbaro y sin vuelta atrás. Es un salvajismo sin justificación que no debería existir, pero desgraciadamente convivimos con él en este mundo al revés.

¿Y si intentamos, todos juntos, que el mundo vuelva a ponerse en su sitio?