Coincidencias de la vida, el mismo día que llegamos a casa después de despedir “tu cuerpo” en ese temible lugar que lleva por nombre San Atilano me enteré del fallecimiento de Parrita, flamenco como pocos ha habido y máximo exponente de una de tus pasiones sólo reservada para los que hemos podido disfrutar de ti en la intimidad. Y como dice una de sus canciones “No me lo creo…”

Si por ti fuera este escrito nunca vería la luz porque si algo te caracterizaba era la humildad, la sencillez y sobretodo el querer pasar desapercibido, pero creo que te lo debemos, yo por lo menos me siento en deuda contigo.

Siempre que alguien muere parece que todo lo que ha hecho en su vida ha sido bueno y que sólo tenía virtudes. No es tu caso. Nunca he oído que nadie hablara mal de ti en vida, ni como jefe (duro y exigente donde los haya) ni mucho menos como amigo. En una ciudad pequeña como la nuestra donde el cotilleo y la envidia a veces se sucede con más frecuencia de la que debería no creo que exista nadie que habiéndote conocido pueda decir una mala palabra sobre ti. De eso estáis exentos muy poquitos y cada vez menos. Y si eso pasaba en vida imagínate ahora.

Cordero, Antonio, D. Antonio…, qué vacío tan grande dejas…

Parece mentira que sin apenas palabras nos hayas podido decir tanto, de ahí tu grandeza. El mero hecho de tu presencia aportaba más que cualquiera de las conversaciones o historias de domingo que tanto te gustaban y con las que tan pronto llorabas como te reías (eso sí, sin que se notara mucho).

He empezado hablando de una de tus pasiones, el flamenco pero tenías muchas: las comidas con los amigos de toda la vida, el trabajo, ese que durante tantos años has llevado a cabo desde lo más bajo y sin replegarte ante nada y sobre todo ante nadie, pero sobre todo tu familia: una esposa y unos hijos maravillosos que te han querido y admirado siempre pero que en estos últimos momentos te han cuidado con un amor tan grande que ahora sólo se preguntan cómo van a poder seguir viviendo sin ti. Y es que eso es algo que sólo se consigue día tras día, y con un ejemplo como el que han tenido en casa no podía ser de otra manera.

Estaría líneas y líneas hablando de ti y de lo que te vamos a echar de menos pero como bien dijimos el otro día, no te has ido, sigues con nosotros y mientras podamos vamos a celebrar cada minuto que hemos pasado contigo como a ti te gustaría, reunidos alrededor de la mesa, con un buen vino y un buen embutido, estará cortado de manera distinta, pero no peor porque para eso como para todo has sido un gran maestro.

Tus nietos que te adoran contarán las anécdotas e historias que su abuelo les contaba y cuando caminen por el casco antiguo o vayan por alguna carretera de la provincia dirán: mirad, esto lo hizo mi abuelo.

Hombre de palabra de los que ya no quedan, con unos principios inquebrantables y con una bondad y sensibilidad infinita. “A veces el amor más intenso se oculta detrás del silencio más profundo”.

CORDERO, con mayúsculas.

Laura Díaz