Que los Presupuestos Generales más expansivos de la democracia, que dejan atrás la austeridad en pos de un mayor equilibrio territorial, según la presentación del Gobierno de Sánchez, contemplen para dos de los proyectos singulares que Zamora reclamaba para detener la despoblación sendas partidas que no llegan al medio millón de euros cada una, es más que una decepción. Lo que realmente significan esas dos cantidades, ridículas y sin planificación para anualidades sucesivas, es la renuncia del Ejecutivo a puntos cardinales en la política para el reto demográfico.

"Salvo enmiendas milagrosas posteriores nada hace pensar que Monte la Reina o el desdoblamiento definitivo de la N-122 hasta Alcañices vayan a ser una realidad a corto plazo"

Los proyectos anunciados a bombo y platillo en la vieja normalidad han quedado en humo. Salvo enmiendas milagrosas posteriores nada hace pensar que Monte la Reina o el desdoblamiento definitivo de la N-122 hasta Alcañices vayan a ser una realidad a corto plazo. Finalizadas las grandes partidas del AVE, Zamora regresa a su papel tradicional de Cenicienta. Es una historia demasiadas veces repetidas, aunque no por ello debiera deducirse que la provincia se conformará una vez más. Si la situación es desesperada para todos, en medio de una catastrófica crisis provocada por la pandemia que destruye cientos de vidas a diario, para territorios tan depauperados como el zamorano el caso ya no encuentra calificativo. Y es probable que tampoco se encuentre la resignación secular que ha hecho retroceder durante décadas a esta castigada tierra. Ya está bien.

Los portavoces gubernamentales fían ahora la consecución de objetivos, que siguen sosteniendo como fundamentales, qué ironía, al maná de Europa, esos fondos para la reconstrucción con los que se espera enjugar una economía por los suelos y sin visos de enderezar. Monte la Reina, el compromiso reiterado desde que Sánchez lo asumiera como propio en el mitin preelectoral, antes del coronavirus, pasa a convertirse en asunto dependiente del Ministerio para la Despoblación. Sí, se trata de un destacamento militar que cambiaría de ubicación y fue el Ministerio de Defensa quien inició las conversaciones y dirigió el proyecto que cifraba en 85 millones de euros el traslado de hasta mil familias a Zamora. Pero el Gobierno prefiere ahora verlo dentro de una perspectiva de estrategia de deslocalización institucional y vincularlo a otros departamentos en un peligroso intento de hacer pasar por el aro de Europa una iniciativa que, como proyecto militar, obtendría el no rotundo de la Comisión Europea.

Todas las consideraciones y cálculos optimistas se chocan contra la evidencia, blanco sobre negro, de los Presupuestos Generales del Estado: 350.000 euros pone sobre la mesa el Gobierno. Una entidad como Caja Rural, cuya capacidad inversora dista notablemente de la que puede disponer un Estado, está dispuesta a poner un millón de euros. Moncloa solo apuesta por un tercio de esa cantidad frente a la determinación una cooperativa de crédito de impecable gestión, pero que no representa la cabeza del león financiero del país. Siendo esa la consideración de Monte la Reina en los presupuestos ¿Por qué razón Europa iba a creer más que el propio Ejecutivo hasta el punto de financiar los 83,6 millones de euros restantes?

La respuesta se encuentre, quizá, en el segundo punto de la enmienda aprobada esta misma semana por los grandes grupos en el Senado que reconoce la “voluntad política” de PSOE y PP, entre otros, para reabrir el campamento de Monte la Reina, “con actividad militar”. Un segundo punto añade el acuerdo de “continuar trabajando con las distintas administraciones involucradas en la búsqueda de una fórmula que permita la financiación” de las instalaciones “dotándolas de utilización lo antes posible”. Mientras no se concrete nada más, parece que la pelota pasará de tejado en tejado, de administración en administración, de polémica en polémica. En resumen, la vieja historia que nos condena. No es pesimismo, es realidad una vez analizado el contenido de unos presupuestos presentados por el presidente y el vicepresidente del Gobierno a modo de niños de San Ildefonso con la bola del Gordo entre las manos. En Zamora no ha caído ni la pedrea.

Viejas historias sí, como la de la culminación de la N-122 hasta Alcañices. Otro compromiso reiterado, para mayor escarnio, en la cumbre hispanolusa de hace solo unos días. La autovía hasta la frontera, reivindicada hasta la saciedad por los portugueses y, sobre todo, por los habitantes de las comarcas de Aliste que atraviesa peligrosamente la actual carretera convencional, recibe un jarro de agua fría más de los muchos que lleva encima desde hace tres décadas, con gobiernos de uno y otro signo. Mientras tanto, la vieja N-122 sigue sumando víctimas mortales; la última, en esta última semana, era una niña. ¿Habrá que depositar las esperanzas en los programas transfronterizos para ver cumplido lo que debería haber sido una cuestión prioritaria por su carácter estratégico como trazado internacional y por seguridad de quienes aún se resisten a abandonar los pueblos del oeste zamorano? Que la autovía se comience desde el lado portugués algo indica en esa dirección. Por lo demás, los 400.000 euros suenan igual de ridículos que las partidas asignadas durante las últimas décadas, con diferentes colores en Moncloa, a una carretera que nunca termina de salir del cajón de proyectos olvidados.

¿También ha olvidado el Gobierno ese Reto Demográfico asumido en Zamora hace menos de un año? Justo esta semana se conocía el relevo de la secretaria general, Elena Cebrián, que pasó el verano en distintos encuentros en la Raya para trazar ese impulso de cooperación transfronteriza indispensable para la provincia. Los zamoranos miran cada vez con más admiración a los portugueses que parecen defender con más ahínco los proyectos que incumben a esta provincia que las propias autoridades estatales. Hasta cruzan la frontera para comprar mascarillas para ahorrarse unos euros por el IVA más sensato aplicado por el Gobierno luso.

El discurso de Moncloa, una vez más, invita poco a la esperanza. No puede sorprender a ninguno de sus representantes en Zamora ni en Castilla y León las reacciones en contra suscitadas, desde el ámbito empresarial al político. Ni siquiera entre sus propios correligionarios han encontrado eco, sino la misma frustración, como demuestran las críticas del alcalde de Benavente con la exclusión de partidas para proyectos vitales para la comarca como el polígono Puerta del Noroeste. No es pesimismo. Es la triste realidad y sólo quien tiene potestad para ello puede y debe cambiar el indignante mensaje trasladado esta semana a los zamoranos con su insignificante repercusión en los Presupuestos Generales del Estado.