Fue en aquella fecha y no en otra, cuando el alcalde Guarido y el presidente de la Comunidad de Castilla y León, Herrera, se hicieron la foto. Ambos se encontraban ufanos, porque habían decidido poner fin a la afrenta provocada por el “agujero de la infamia”, perforado junto a la Universidad Laboral muchos años antes. En aquel tiempo en el que se decía que iba a ubicarse allí el palacio de congresos, ya que la mayor parte de las capitales de la región contaban con uno. Y Zamora no iba a ser menos.

Fue pasando el tiempo, y el palacio de congresos voló. Pero el agujero continuaba allí, impertérrito, acumulando miseria. Así que años después, el 24 de julio de 2017, el alcalde y el presidente de la Comunidad Autónoma, llegaron a la conclusión que Zamora no necesitaba una dotación de aquellas características. De manera que ambos firmaron un acuerdo en virtud del cual, en lugar de aquel palacio, deshecho en el aire antes de hacerse, y difuminado entre promesas incumplidas, se iba a levantar un Centro Cívico y un Conservatorio de Música. Para ello se dieron un plazo de 35 meses.

Pero se da la circunstancia que, desde entonces ya han transcurrido 39 meses, y no solo no ha aparecido el centro cívico, ni el conservatorio de música, es que ni siquiera, ninguno de los dos ha empezado a construirse. Otra promesa más incumplida, u otra mentira, u otro ninguneo más, a los que la Junta de Castilla y León tiene acostumbrada a esta provincia. Pero lo que más ha sorprendido no ha sido la falta de seriedad de la Junta, sino la participación del alcalde en ese “acuerdo”. Porque, Guarido, antes de ser alcalde ejerció, con singular éxito, de “azote” de las instituciones, cuando aquellas no cumplían con sus obligaciones, o cuando hacían cosas que no debían. Extraño ha sido que le hayan colado ese gol, de tamaña manera, y de ser protagonista de una imagen de fotomatón que va a perdurar en el tiempo.

Hasta ahora, lo único constatable es que el “agujero de la infamia” continúa abierto y que la estructura del teatro de la Universidad Laboral ha sido dañada, como consecuencia de las excavaciones que se realizaron en su día. Algo parecido a aquel dicho de que “además de jodidos, apaleados”.

Continúa transcurriendo el tiempo. Y últimamente nos han vendido que el centro cívico va a ser levantado en la calle Cardenal Cisneros, y el conservatorio de música en el “agujero de la infamia”. Ya veremos hasta cuando dura tal ficción. Posiblemente hasta que pasen unos cuantos años y vuelva a escribirse otra fábula con la que entretenernos.

Resulta extraño que la oposición no haya dicho nada al respecto. Pero claro, por todos es sabido que los partidos políticos solo ponen el grito en el cielo cuando el problema resulta ser responsabilidad de alguna institución regida por un partido distinto al suyo. Sirva de ejemplo esa indignación sentida por el presidente de la Diputación ante la supresión de algunos trenes, con parada en Zamora, por parte de Renfe. Indignación y protesta que, en realidad, va dirigida al Gobierno Central, o sea a PSOE y Podemos, ya que Renfe, depende del Ministerio de Fomento. Bien está que haya hecho tal reivindicación, pidiendo que se reponga el anterior horario de los trenes, pero no hubiera estado nada mal que hubiera actuado con el mismo énfasis, contra la comunidad autónoma, a propósito de alguno de sus reiterados incumplimientos, como es el caso del “agujero de la infamia” que mencionaba anteriormente.

Así que, en general, tanto las promesas como las reivindicaciones políticas ya no se las traga nadie. Los partidos deberían plantearse cambiar esa vieja táctica, ya que llega a aburrir. Lo que viene a trascender entre los zamoranos es el desinterés en sacar esta tierra adelante. A pensar que los intereses de los zamoranos poco importan. Que somos veletas, al capricho del viento. Entristece ver como insisten en lanzar excreciones al contrario, aunque, las más de las veces, aquel, no sea su verdadero enemigo.

Hacen perder cualquier tipo de esperanza tales comportamientos. La ligereza de echar siempre la culpa, al de enfrente. Esa forma de perder el tiempo vendiendo humo, con la idea de camelar al electorado. Ahí tenemos, como ejemplo, al poder legislativo perdiendo el tiempo, durante dos días, en el Congreso de los Diputados, en un simulacro de moción de censura, que a priori ya se sabía que solo iba a servir de propaganda gratuita para un determinado partido.

Pues si los padres de la patria emplean su tiempo en trivialidades, cuando el país se desangra con una pandemia, y la economía se encuentra pidiendo árnica, cómo va a esperarse que cumplan a rajatabla las instituciones de menor rango.