Por lo visto, la pandemia sigue siendo una gran retadora. Tengo la sensación de estar viviendo de forma inmediata, “algo”, muy agresivo, sí, “algo” que agita las conciencias y muestra el gusto cruel de la vida. No hace falta revestir la realidad con florituras; desde luego (no tengo dudas) que las catástrofes tienen un componente fortalecedor...

¡Qué remedio queda!

Es imposible estar en lugares en los que la agresividad y el insulto siempre están latentes.

Las personas que responden de forma inmediata denotan poca prudencia y control mental.Los exasperados siempre están dispuestos para estallar. Es el momento de admitir (opinión subjetiva) que muchas de las cosas que en el pasado vivimos, fueron absurdas comedias: mismos guiones, mismas escenas. Y mismos actores, por supuesto.

Cuenta la leyenda que el ocio, además de animar, siempre estuvo sujeto a envidias y rivalidades. Si a fulano le iba bien (sonrío), los menganos ya se encargaban de que le fuera mal. Por el mundo del ocio, discurren las peores formas del ser humano. ¡Cuántos negocios tuvieron que cerrar antes de la pandemia por ser el arrebato de envidiosos! Es sencillo joder un negocio. Qué se lo digan a los que con maldad e indumentaria de diablo se han dedicado a fastidiar al prójimo. Lo alucinante del asunto es que a día de hoy, muchos pretenden parecer angelitos! Los “pobrecitos” lloriquean al ver que su negocio se va a pique. Ay, qué lástima, encontrarse de cara con el destino y ver que trae buenos consejos. El primero y más importante: no joder al prójimo. Hay momentos en la vida, para aceptar y además con decencia, que hemos sido unos hijos de puta. No, no se puede vivir en desacuerdo con nuestro lado más oscuro. Vienen meses muy duros, creo que es el momento de mudar la piel, y empezar a ver la vida con otros ojos. Ahora todos luchamos por la misma causa, comprenderlo, puede ser el inicio de algo noble y bueno.