El pasado sábado, con motivo del cambio horario, mi admirado Javier Urra, uno de los más prestigiosos psicólogos españoles, no del momento, sino de todos los momentos, me envío una bonita reflexión, que hoy hago mía. Me escribía Javier: “Hoy, cambio horario en España. Se presiente el invierno, la oscuridad, el confinamiento y la soledad. La quiebra económica y emocional acechan. La población debe enfrentar una situación difícil, incierta y duradera. Ha de anticipar y prepararse para un quebranto dilatado en el tiempo. Nos cabe convivir con la pandemia para no colapsar”. Cuánta razón y cuántas razones encierran las palabras de Javier Urra.

Por boca de Javier hablan siempre la experiencia y la sabiduría. No es de extrañar que sea uno de los profesionales más solicitados en todos los foros de radio y televisión y no sólo para hablar de su experiencia sobre niños y jóvenes. Javier ha dado en el clavo, una vez más. Del invierno me da miedo, no ya el confinamiento, siendo terrible como es, me dan miedo la oscuridad y la soledad, porque van ligadas y junto a ellas otro término que se ha hecho presente en demasiadas ocasiones a lo largo y ancho de estos meses: la depresión. Un estado en el que nadie quiere caer. Es un yugo demasiado pesado. Nadie quiere coger la mano de la soledad para caminar con ella en silencio.

Preocupante también el anuncio hecho por el prestigioso psicólogo en el que habla de dos bestias que acechan: la quiebra económica y la emocional. La económica es, desgraciadamente, una realidad. Hay sectores que ya se han visto abocados al cierre, a la ruina total. Es difícil volver a empezar. Habrá que intentarlo. Para eso se necesitan gobiernos solidarios, capaces de arrimar el hombro, de empatizar, de abrir la mano en lugar de cerrar el puño, de tolerar, de transigir. Y tan preocupante es la quiebra económica como la emocional. La bancarrota emocional, más desconocida que la insolvencia económica, siendo como es habitual, planea y toma pista con mucha facilidad en nuestra sociedad actual. Tantas exigencias, tanto ritmo a veces desenfrenado, acaba drenándonos emocionalmente. Y de las emociones Javier Urra lo sabe todo.

No sé si estamos preparados para tanto quebranto que Urra dilata en el tiempo. Hay quienes auguran que en el 2022 podrá normalizarse la situación, hay quienes lo fían más largo. Nos queda por lo tanto un 2021 incierto, lleno de dudas, de fluctuaciones, de cambios. Y si no queremos colapsar tendremos que aprender a vivir dentro del marco de esta situación. Lo lamentable es que nadie nos enseña cómo hacerlo.