La hostelería de Zamora tiene la razón, toda la razón y nada más que la razón. La hostelería, en general, y en particular la de Zamora, no se merece esto. Esto no es otra cosa que la demonización del sector. Permanentemente, desde el inicio de la pandemia se la ha señalado con el índice acusador, se ha culpabilizado a la hostelería cuando otro tipo de cosas han sido el verdadero detonante de los contagios que no cesan, también desde el comienzo. Estoy con Óscar Somoza, presidente de Azehos, en todas sus manifestaciones, comparto todos sus argumentos.

Esta última andanada a la línea de flotación del sector es injusta. El toque de queda, señor Mañueco, podía haberse retrasado dos horas. En lugar de a las diez, a las doce para, de esa forma, dejar respirar a un sector que está ahogado, que no respira porque no se le insufla el aire suficiente. Aire hubiera sido permitir que el público pueda acudir a cenar y más en sábado. Ojalá que el cierre de la noche sea la solución, pero no tan drástica. La incertidumbre que están generando va dando al traste con multitud de negocios hasta no hace tanto boyantes. Y está acabando con costumbres que terminarán siendo viejas costumbres, en favor del ‘nuevo orden mundial’, dicho así, de forma tan rimbombante.

Restaurantes y bares son los grandes perdedores, pero es que detrás de ellos o puede que a su lado están los proveedores que resultan igualmente damnificados. Si este estado va a durar catorce días, son muchas, demasiadas cenas las que se van a dejar de servir con el consiguiente trastorno para unos y otros, incluso para los propios clientes. Pongo la mano en el fuego, sin temor a quemarme, por la restauración cuando digo que el 95% de estos establecimientos cumple rigurosamente con las medidas de protección dictadas por la autoridad sanitaria. Vamos a pensar que un cinco por ciento no lo hace. El resto es cosa del cliente. De que me sirve guardar la debida distancia en la caja del supermercado con respecto a la persona que va delante de mí, si el que viene detrás se me pega como una lapa. Y no diga usted nada porque, encima, le sacan los colores.

Este año es aciago para todos. La hostelería y el comercio se llevan la peor parte. La autoridad debería ser igual de rigurosa con todo y con todos. ¿Qué pasa con las máquinas tragaperras y las expendedoras? ¿Qué pasa con esa tecla o ese botón que pulsan cientos de dedos durante un mismo día sin que nadie higienice? Pues eso.