El hambre es una consecuencia de la pobreza y la pobreza sigue su escalada imparable dando paso a una famélica legión de hambrientos de pan, puede que también de justicia, de solidaridad, de igualdad, de oportunidades, de todo aquello a lo que su posición actual les impide acceder. Ser pobre en España es un estigma para sus militantes, una lacra para los que ostentan el poder. Las cosas no van bien. España ha escalado a la quinta posición de los países con más pobreza de la Unión Europea, con un 20,7% de personas en riesgo, según los datos publicados el pasado viernes por Eurostat, la oficina estadística europea. En el caso de los menores de 16 años, España es el país con más niños pobres de toda Europa por detrás de Rumanía y Bulgaria. ¡Qué vergüenza! ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esta situación sin denunciarla desde donde corresponde?

Si desde la perspectiva de género hablamos, las mujeres son más pobres. En España la tasa de pobreza se sitúa en el 20,2% entre los hombres y en el 21,1% entre las mujeres. Algo se está haciendo mal o no se está haciendo. Menos hablar y más hacer. Estamos ahítos de palabras y hambrientos de hechos. Menos baladronadas de género, menos pasquines, menos artilugios propagandísticos y más trabajar en serio, sin alharacas de tipo alguno, para acabar con las diferencias de género. Porque hasta en la pobreza y el hambre la mujer sale perdiendo.

Es descorazonador todo lo que está ocurriendo, agravado por la situación a la que nos ha llevado esta maldita pandemia. Pero más descorazonador es saber que según un reciente informe de la Red Europea contra la Pobreza y la Exclusión Social, España ha fracasado en su compromiso europeo de la Estrategia 2020 para reducir la pobreza en 1,5 millones de personas. Con un plazo de diez años, España no sólo no ha reducido su pobreza, sino que ahora hay más personas en este umbral que hace una década. Esto no parece importarle mucho a la clase dirigente, a los que gobiernan, a los que legislan. Y no se puede dejar parcela tan importante solo en manos de instituciones como Cáritas. De poco sirve la celebración del Día Internacional para la erradicación de la Pobreza (17 de Octubre), si lejos de erradicarla, aumenta.

Tenía razón Pedro Casaldáliga cuando sentenciaba: “La mayor parte de la humanidad, hoy en día, sobrevive, en lugar de vivir”. El obispo, apóstol de los pobres, reconocía: “No es que exista un mundo desarrollado y un mundo subdesarrollado, tenemos solo un mundo mal desarrollado”. Nadie hace nada por enderezar la situación.