Una noticia es contar algo que ha sucedido. Algo contrastado. Relatado de manera aséptica. Sin matices. A ser posible, con pelos y señales. Todo lo demás es opinión, análisis, o manipulación, según los casos. Viene esto a cuento de dos noticias que han sido publicadas en estos días, tras el confinamiento de Madrid, o semiconfinamiento, o estado del nuevo confinamiento, porque por poner títulos a esa nueva situación que no quede.

Resulta que a partir de determinada hora de determinado día estaba prohibido salir de Madrid, salvo por causa justificada, porque el Covid-19 campaba por sus respetos y había que coger al toro por los cuernos. Pero algunos, o muchos, o algunas, o muchas, salieron de los límites de la autonomía madrileña por unos u otros motivos. Dos de esas personas eran personajes públicos, y por tanto expuestos a ser juzgados por la sociedad con mayor rigor que si se hubiera tratado de cualquier otro tipo de ciudadano. Una de ellas fue la ministra de Educación, Isabel Celaá, que decidió ir a pasar el puente del “Pilar” a Bilbao; y otra la que hasta hace muy poco fue portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Alvarez de Toledo, que hizo lo mismo, pero con escapada a Córdoba.

Los detractores de Celaá destacaron la falta de ejemplaridad de la ministra, al saltarse la orden dada por el gobierno del que ella misma forma parte. Sus defensores lo justificaron alegando que había ido a su tierra para pasar una revisión médica. Como se ve, ante una misma noticia surgen opiniones para todos los gustos.

Los detractores de Cayetana, destacaron que, como personaje político de especial peso, no estaba bien que se dejara ver en Córdoba, asistiendo, tan campante, a una corrida de toros, mientras en Madrid la mayoría de la gente se encerraba en casa siguiendo las recomendaciones del alcalde y la presidenta de la Comunidad, casualmente pertenecientes al mismo partido político que la Sra., Alvarez de Toledo. Mientras tanto, sus defensores alegaban diversas razones para justificarlo, desde las más peregrinas a las más explicables.

Pero no he sido capaz de encontrar a algún comentarista que haya censurado ambas actuaciones con la misma agudeza, la misma intención y la misma ecuanimidad. Y es que cuando se pone uno el traje de los domingos se olvida que el resto de los días de la semana va en fundado en un traje de pana y cubierto con una boina. Tan traje es uno como el otro, aunque aparenten ser distintos.

Lo único cierto es que al “Estado de alarma” se lo han pasado por el forro ambos personajes, haciendo lo que les ha venido en gana, aunque no quita que la una y la otra lo hayan justificado a su manera. La una en base a que su residencia habitual está en Bilbao y que una revisión médica se suele preferir hacerla con un médico de confianza. Y la otra alegando que, aunque tenga su domicilio en Madrid no se había saltado el confinamiento, ya que en ese momento ella estaba en Barcelona, desde había hecho el desplazamiento.

Lo verdaderamente cierto es que la mayoría de los madrileños se quedaron confinados en la villa y corte, gran parte en sus casas, y el resto paseando por calles y plazas, con la esperanza de que esa privación sirviera para frenar la expansión del maldito virus. Una vez más, los ciudadanos dando ejemplo a quienes los dirigen, administran y gobiernan. Y eso sin necesidad de hacer uso de ninguna distinción ya sea de colores, ideologías o de partidos. Porque la gente tiene claro que el virus es el verdadero enemigo al que hay que combatir en este momento, y no otra cosa.

Los madrileños se han quedado confinados, conviviendo en paz, manteniendo tertulias (aunque sean telefónicas) o tomando el sol, porque el tiempo acompaña. Sin sacar a relucir el color político de cada uno.

Porque la gente, en el curro, se encuentra rodeado de personas con ideas diferentes a la suyas, lo que no les impide sacar el trabajo adelante. Y también sale de paseo, o de marcha, sin preguntar a su amigo o compañero a quien vota cada cuatro años. La gente comparte el ascensor con el primer vecino que aparece en la escalera, aunque sea su antítesis, ideológicamente hablando. Pero de esas cosas los políticos no parecen enterarse, o no quieren verlo, porque donde hay paz, ellos hacen lo posible para que se monte una batalla.