Un buen amigo, que ahora milita en las filas de Vox, me decía esta semana “a ver si convencen de una vez a Casado de que vote sí en la moción de censura y podemos ganar”. Cuando se es joven e impulsivo, Vox lo es como partido, ocurren esas cosas, que el corazón pesa más que la cabeza, los impulsos se transforman en ensoñaciones y éstas, a veces, se confunden con la realidad. Así que da igual lo que voten los diputados del PP o de Ciudadanos tras el debate que comienza el miércoles. La moción no puede prosperar porque no puede sumar más votos a favor que los que tendrá en contra.

¡Si hay que ir se va, pero ir pa ná!, dice un chascarrillo. Es cierto que en ocasiones, en nuestra democracia hasta ahora todas menos una, las mociones de censura no se presentan porque se piensen ganar, sino para posicionar una alternativa, desgastar a quien gobierna o dar una llamada de atención que haga que el gobernante cambie en algún aspecto esencial su política. El problema es que en esta ocasión no se da ninguno de esos factores, por lo que la impresión es que efectivamente se va pa ná, o lo que es peor, es perjudicial para la configuración de una alternativa de centro derecha al despropósito izquierdista y destructivo que se alía en torno a Sánchez.

Salvo por el interés en una falsa puesta en evidencia de las otras dos fuerzas políticas del centro derecha y por agitar a los más efervescentes en las propias filas, con la ensoñación de que las elecciones y el gobierno se ganan unilateralmente con fuegos de artificio en el parlamento durante 24 horas, no se entiende una moción que lo que va a mostrar es la unidad de destino de las fuerzas que sostienen al gobierno.

Esto con el agravante de que esa escenificación del mantenimiento de la alianza Frankenstein llega justo en el momento en el que, previsiblemente, íbamos a empezar a ver sus primeras quiebras. Con la desastrosa gestión de la pandemia. La acumulación de compromisos contrarios entre sí incumplidos por Sánchez. El plante de Europa ante el asalto político a la separación de poderes. Y con la negociación de unos presupuestos, con retraso ya anunciado, imposibles de casar entre lo que queda de partido de Estado en el PSOE y los compromisos y obligaciones de la Unión Europea frente a la secta podemita-chavista, la deslealtad independentista y el eterno mentir por la cara y la cruz de la misma moneda, del presidente del Gobierno.

A cambio, tendremos florituras para los ya convencidos en el ataque al gobierno más censurable de nuestra etapa democrática y un prietas las filas en el lado contrario frente a ese falso, pero eficaz para la huestes de la izquierda, fantasma del fascismo y del franquismo que políticos y prensa buscan personalizar en Vox. No es esto lo que España necesita. No es lo que ayuda a cambiar el extremismo del gobierno por una alternativa constitucional, moderada, liberal, occidental y moderna de progreso. Vanitas vanitatis.

www.elespejodetinta.com