“Columna no apta para quienes defienden a ultranza a un gobierno haga lo que haga porque es de su partido, de los suyos o porque el presidente es guapo. Su lectura puede provocar irritación, inflamar el ánimo, acelerar el ritmo cardiaco y provocar espasmos diarréicos contra el firmante, que no serán menores aunque se sepa que el mismo articulista también escribió duras críticas contra el anterior presidente del gobierno incluso estando afiliado a su mismo partido político. Si está en ese grupo de riesgo hay miles de libros esperándole, numerosos articulistas en los que leer versiones distintas o contrarias y varios canales de televisión con los que profundizar en el sentimiento crítico de la vida, sin complicarse meninges y existencia.”

Al Gobierno de España no le importan los muertos de la pandemia. Al presidente del Gobierno de España no le importan ni los muertos de la pandemia ni los vivos que, en conjunto y mal que les pese a algunos, nos llamamos España. A Pedro Sánchez le importa Pedro Sánchez Castejón. Al mítico Narciso se le pasaban los días mirándose en el lago, obnubilado ante la belleza de su rostro reflejado en las aguas calmas. Nada ni nadie podía distraer su atención del único objeto que la merecía, su propia imagen. A Sánchez no le importan los muertos más allá que en cuanto a su cualidad de números. En momentos, para ocultarlos -veinte mil de la “primera ola” esperan reconocimiento oficial-, en momentos, para arrojarlos selectivamente contra el enemigo político. Contra Madrid sí, contra Navarra no. Contra Cataluña nunca.

A Sánchez no le importan los vivos. Ni cuando su comité de seguridad nacional, dirigido por su hombre de confianza, Iván Redondo alertó hasta en once ocasiones antes del ocho de marzo de la gravedad de lo que venía. Ni cuando en la semana siguiente la situación se desbordó. A Sánchez no le importan los médicos, enfermeros y demás personas que se dejan el esfuerzo, la salud y la vida en luchar contra la pandemia. El Tribunal Supremo acaba de sentenciar eso que ellos habían sufrido y el resto ya sabíamos. No le importan más expertos que los que no existen, que es con los que forma su “comité” de la justificación de lo que en cada momento se le ocurre porque le conviene. La pandemia, en sí misma, es solo una aprovechable parte más de esa estrategia más amplia que rige su acción de gobierno.

Tampoco la quiebra o el paro de los españoles salvo para que a Begoña no le falte su puesto “ad hoc” e injustificado en el Instituto de Empresa y a él el trono monclovita. A Sánchez la pandemia le preocupó en lo estrictamente necesario para que no impidiera sus semanas de vacaciones. En la que posiblemente sea la mejor representación artística del mito de Narciso, Caravaggio nos muestra una imagen en el lago mucho menos bella que la del mito que se mira en él. En la España de hoy, ocurre lo contrario. La estampa de Sánchez es infinitamente peor que la imagen que él ve y la que se empeñan en transmitirnos sus extensiones mediáticas y políticas. ¿Soy duro e injusto? Mucho menos que lo que llevamos y lo que se nos viene.

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