Hubo un día, en el que un ciudadano notó ciertas dificultades al intentar andar: Fue a la consulta de un médico y, tras ser revisado, el galeno le dijo que tenía roto un menisco. No conforme con el diagnostico acudió a otro, quien le informó que lo que tenía era reúma. Ambas dolencias eran fáciles de encontrar para aquellos especialistas, pero uno pertenecía a un determinado partido político y el otro al de su más enconado rival y, por tanto, no podían, bajo ningún concepto, coincidir en sus diagnósticos. Al final resultó ser que padecía de ambos problemas.

Esa historia que cabo de contar, todo el mundo es consciente que no puede ser cierta, ya que los diagnósticos médicos no se rigen por ideologías sino por conocimientos científicos, experiencia y ciencia, que es lo que viene a ser la medicina. En el caso que comentaba antes, la realidad habría ido por otro camino: ambos médicos hubieran emitido el mismo diagnóstico e idéntico tratamiento.

El caso anterior sirve de aplicación a la pandemia del Covid-19, en la que sucede algo similar. Aunque la clase médica diagnostica y pone los tratamientos adecuados, en cualquier parte del país, la clase política se encarga de hacer en cada lugar lo que le viene en gana, en aras a sus intereses, haciendo caso omiso de lo que aconsejan los científicos en general y los virólogos en particular. Un tozudo empeño en politizarlo todo. Y así nos está yendo. De manera que lo que dice el partido “A” es puesto en solfa por el partido “B”, y viceversa. Así, hemos conseguido ser el número uno en obtener los peores resultados, siendo Madrid la ciudad europea con datos más preocupantes.

Se queja amargamente el gobierno de la Comunidad de Madrid de que el Gobierno Central haya invadido sus competencias, y ni corto ni perezoso ha puesto una demanda en los juzgados. A esa comunidad, parece preocuparle más que nada, que le resten competencias y menos que nada evitar la muerte de un montón de ciudadanos. Porque, para poner esa demanda ha necesitado apenas veinticuatro horas, prisa que no ha sido capaz de aplicar a la hora de contratar médicos y rastreadores. Lo cierto es que, hasta ahora, lo que Madrid padece son sus incompetencias, ya que el peligro va en aumento. El Gobierno Central no puede, ni debe, quedarse cruzado de brazos, y es su obligación apechar con lo que está pasando, con independencia de las competencias que puedan corresponder a cada administración ya que, si dejara de actuar en tal situación de emergencia, dejaría de ser un gobierno con mayúsculas.

Dice el Gobierno autonómico que han invadido sus competencias, pero, aunque eso pudiera ser cierto, también habrían invadido sus incompetencias, y, en ambos casos, se supone que con el ánimo de mejorar la situación. De haber ido todo razonablemente bien en Madrid, el Gobierno Central no habrá tenido la posibilidad, ni tampoco la tentación, de dejar en evidencia al Gobierno de la comunidad madrileña. Pero claro, de lo que se trata es de resolver la crisis sanitaria con dos perspectivas diferentes: una dando prioridad a la economía, y otra pensando más en la salud de los ciudadanos. Al parecer, a algunos solo les preocupa la economía, cuando la falta de salud llevaría, indefectiblemente al caos, ya que, con una población enferma, lógicamente, no se movería la economía, como tampoco ninguna otra cosa.

Cierto que nadie dispone de la pócima de Astérix, ni la sapiencia del mago Merlín, para acabar con el virus. Pero hay formas y formas de combatirlo, de frenarlo, y algunas de ellas bastante mezquinas, que solo parecen buscar el lucimiento propio y el mantenimiento del poder a cualquier precio.

Los virólogos que han salido a la palestra en los distintos medios de comunicación han coincidido en afirmar que las medidas tomadas por el Gobierno de Madrid, además de tardías, eran insuficientes. De manera que, sin dar más valor al plan que ahora ha puesto en marcha el Gobierno Central, lo cierto es que el plan anterior urgía ser cambiado. Más que nada, porque del Covid-19 se conoce poco, y lo más lógico es atender a las indicaciones de quienes su formación y experiencia les pone más cerca de lo que puede ser más indicado.

La lucha política que existe en este momento, además de ruin, huele a muerte, y con eso no debe jugarse. Porque una cosa es cometer errores y otra muy distinta dejar al margen la realidad, en aras al egoísmo. Por eso, que se esté centrando ahora el debate en la legalidad o no de un tema de competencias no es lo que toca. En todo caso, eso correspondería hacerlo después, cuando haya pasado la pandemia. Ese sería el momento en el que habría que pasar factura a quienes hayan tomado o dejado de tomar las medidas más indicadas en cada momento.

No se puede decir una cosa y la contraria, y luego quejarse. Si se pide ayuda al Gobierno luego no puede decirse que se ha inmiscuido en temas que no le corresponden, salvo que lo que se pretendiera no fuera conseguir ayuda, sino que otro se hiciera responsable, para luego tener a alguien a quien echarle la culpa.