Incluso con la posibilidad de restricciones que afecten a la movilidad en función de la evolución de la pandemia, Zamora no puede perder ninguna de las bazas ganadas en estos últimos años en materia de comunicaciones. El tren madrugador que conectaba Zamora con Madrid cada día a las siete de la mañana fue suprimido durante el estado de alarma, al igual que el último de vuelta a las ocho de la tarde. Se dio por concluido el estado de alarma, la actividad se fue abriendo de nuevo y la oferta de Renfe en Zamora no varió y se quedó como está: raquítica.

Desde la operadora se argumentó, en primer lugar, la escasez de demanda y, posteriormente, que los horarios se ajustarían cuando se produjera la conexión con el último tramo hacia Galicia, entre la capital y Pedralba de la Pradería, algo que se anuncia como “inminente” desde el verano sin que llegue a culminar. En cuestión de supresión de servicios y, sobre todo los ferroviarios, Zamora es viejo gato escaldado. De ahí la rapidez con la que se extendió el malestar y la protesta. La Subdelegación del Gobierno matizó que no se trataba de una “supresión” sino de una suspensión motivada por la situación sanitaria, así como que los horarios sufrirían reajustes, temida palabra en boca de cualquier responsable institucional, una vez se abriera en alta velocidad todo el tramo desde Zamora a Sanabria.

"Es un servicio que debe formar parte de cualquier plan de reconstrucción que contemple horizontes de futuro para las zonas más deprimidas como es el caso de la provincia zamorana"

El pasado mes de septiembre, todo el pleno del Ayuntamiento de la capital suscribía una moción instando a Renfe a recuperar “todos los servicios ferroviarios que se prestaban hasta la declaración del estado de alarma”, y de manera especial del tren madrugador, para el que se pide ser declarado como “sujeto a obligaciones de servicio público”. Un enlace por tren que con la llegada de la alta velocidad deja el tiempo del viaje en una hora con la capital española. Un servicio que debe formar parte de cualquier plan de reconstrucción que contemple horizontes de futuro para las zonas más deprimidas como es el caso de la provincia zamorana. Las cifras de proyección de población conocidas el mes pasado resultan desalentadoras y las previsiones económicas a medio plazo dibujan un escenario de devastación. Quizá por ello resulta aún más perentorio buscar los mimbres con los que construir el porvenir que vendrá, aunque ahora parezca casi una utopía pensar más allá del día a día que nos marca el coronavirus con las cifras de contagios y de fallecidos.

Así lo ha hecho esta misma semana el Gobierno de Portugal, presentando su Plan de Reconstrucción y Resiliencia a la presidenta de la Comisión Europea en Lisboa. Nuestros vecinos, de los que tanto nos queda por aprender, en lugar de andar enredados en disputas partidistas como sucede a este lado de la Raya, han hecho converger sus fuerzas para trazar esas líneas maestras con las que levantar de nuevo su país aprovechando los esperados fondos europeos. Uno de los proyectos incluidos es la conversión en vía rápida la conexión entre Braganza y la comarca de Sanabria. Avanzan los portugueses en ese proyecto que han expuesto desde hace años a las instituciones zamoranas y es la construcción de un pasillo que les permita acceder a la línea de alta velocidad trazada por Zamora. El tren, por tanto, tiene un futuro que trasciende la demanda existente en la propia provincia zamorana.

La movilidad en transporte público rápido y seguro se recuperará incluso será necesario para asentar el teletrabajo como nueva fórmula laboral. Y existe una segunda variable a tener en cuenta. Los movimientos inmobiliarios indican ya un tímido cambio de tendencia en la emigración masiva. Los precios de las viviendas en Zamora han dejado de caer porque hay demanda de compra y de alquiler por parte de gente de fuera, según datos de las inmobiliarias den contribuir a ese objetivo en el que viene haciendo hincapié la propia Junta de Castilla y León durante los últimos meses cuando apela a la inmigración como única vía para taponar la sangría de la despoblación. Pero, sea cual sea la procedencia de los futuros habitantes, la condición indispensable es que puedan tener un puesto de trabajo aquí o que puedan acceder por vía telemática, aunque se encuentre a más de cien kilómetros de distancia de la oficina.

La emergencia sanitaria está en plena crecida, es cierto. Pero incluso ciudades cuyos índices epidemiológicos se encuentran en peor posición que los de Zamora, como es el caso de Valladolid, han ido recuperando frecuencias de tren en estos últimos meses. La situación sanitaria estrangula cualquier iniciativa económica y frenarla es tanto responsabilidad institucional como ciudadana. Y esa es otra razón para apoyar mayores frecuencias horarias: medidas de seguridad como las planteadas desde el Gobierno de Castilla y León al Ministerio de Transporte esta semana para establecer de forma inmediata: reducción de aforos y aumento de las frecuencias y número de trenes. Si eso se cumple iremos dando pasos hacia ese porvenir que ahora se dibuja tan negro, pero al que llegaremos si todos cumplimos la parte que nos toca.