A Pedro Sánchez le quitaba el sueño la posibilidad de tener a Pablo Iglesias, a Podemos, en el Gobierno. Gobierna con él y no parece que le quite el sueño. A Pablo Iglesias, vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales, no sabemos si algo le quita el sueño. Viviendo en su chalé de Galapagar y sin hacer nada por las residencias de la tercera edad en la pandemia, su preocupación activa por los más vulnerables, por las dificultades económicas de las familias, está más que cuestionada.

Pablo Iglesias está feliz con su cargo, y los dirigentes de Podemos también disfrutan del suyo, el tiempo que dure. Parece que sus votantes se van desencantando al comprobar las realidades frente a las promesas. Pablo Iglesias no piensa en las familias, sino en los votos, en la poltrona. Y defiende que los servicios sociales y escolares sean estatales. No hay modo mejor, en teoría, para tener controlada la sociedad, al estilo venezolano: cuanta más pobreza, más dependencia económica del Estado, y votos cautivos por mera necesidad económica.

Según la OCU, cada hijo en edad escolar va a gastar este curso en mascarillas entre 6 euros –las lavables - y 36 euros mensuales, eso sin contar que no haya de quedar confinado algún hijo, porque si un padre ha de dejar de trabajar para atenderlo será a su cuenta. Salvo error por mi parte, nadie ha dado un paso al frente, y es un gasto más que las familias han de asumir por la pandemia.