No creo que nadie, en este otoño que hemos comenzado, pueda establecer una fecha aproximada para el fin de esta crisis. Crisis sanitaria, económica y, en cierto modo, de orden social. Y mientras tanto, tendremos que seguir en “modo” o en estado de lucha, y equilibrando o adaptando nuestro estado emocional. Ya que, el uso de la mascarilla, la distancia social, y la información que nos llega, nos está manteniendo en cierto grado de “estrés pandémico”.

Pero en cualquier caso, esta crisis tendría que dejarnos claro que lo peor, otra crisis de muchas más grandes proporciones, no tendría que ocurrir. No tendría que ocurrir el uso de armas nucleares, ni el riesgo de que puedan utilizarse. Como no tendría que ocurrir ni por error de cálculo o diseño, ni por accidente, ni por dejadez o falta de acuerdos. Y ésta es la cuestión de la carta abierta que 56 ex-líderes procedentes de los 20 países de la OTAN, de Japón y Corea del Sur han divulgado recientemente, suplicando a sus actuales dirigentes que se unan al Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares. Entre los 56 ex-líderes que firman esta carta se encuentran dos ex-secretarios generales de la OTAN (Javier Solana de España y Willy Claes de Bélgica) y el ex-secretario general de Naciones Unidas y ex-ministro de exteriores de Corea del Sur.

Este Tratado que fue negociado en 2017, quedó abierto para que fuese firmado y ratificado por los distintos Estados. Pero hasta ahora solo tiene 6 ratificaciones de las 50 que se necesitan para prohibir y eliminar estas armas. Y, los nueve poderes mundiales en armamento nuclear (Rusia, Estados Unidos, China, Francia, Reino Unido, Corea del Norte, India, Israel y Pakistán) mantienen su rechazo a firmar este pacto. Además, el acuerdo de limitación y control de armas nucleares entre Estados Unidos y Rusia finaliza el próximo mes de Febrero de 2021, sin que por el momento haya claridad de que se prorrogue (y se incluya a China). Es importante valorar que Rusia y Estados Unidos tienen más del 90% de las armas nucleares que existen en el mundo. Siguiéndoles en tercer lugar China, luego Francia y el Reino Unido.

Gran parte de los países de Europa, entre ellos España, han rechazado firmar el Tratado, escudándose en que la fuerza nuclear de Estados Unidos es esencial para su propia seguridad. Pero lo que nos conviene, como la carta y el Tratado pretenden, es convivir en un mundo más seguro, libre de esa gran amenaza, la del probable uso de armas nucleares. Y en la misma línea que los Tratados de prohibición de armas químicas y biológicas, de minas de tierra y bombas de racimo. Además, esta carta abierta para la ratificación del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, surge en el contexto de la celebración del 75º aniversario de las Naciones Unidas (ONU) a finales de septiembre, y en el contexto de lo que estamos viviendo con la pandemia del Covid-19.

Ya la propia pandemia está teniendo cierto efecto catalizador, el efecto de activar y transformar, a mejor, la tendencia de la crisis. Como ha sido el plan de solidaridad y unión promovido por la Comisión Europea, para reactivar las economías de los países de la UE. Y como ha sido la estrategia de unidad de la UE para dotar a todos sus estados miembros de la futura vacuna anti-Covid-19. Aunque aún existan más desafíos para la Unión Europea. Como lo es la crisis migratoria. Para la cual la Presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, precisamente también a finales de septiembre ha presentado un Pacto para la migración, combinando la solidaridad entre los veintisiete países y un aumento del control en las fronteras exteriores.

Muy probablemente sean estas acciones de solidaridad, de estrategia y de control, las que nos han estado fallando para haber llegado al alto nivel de contagio que tenemos en nuestra España. El virus estuvo bajo control el 21 de junio, cuando finalizó el estado de emergencia. Desde entonces, qué ha intervenido para estar peor: nuestra incapacidad y falta de solidaridad en guardar la distancia y usar la mascarilla adecuadamente, la temeridad o imprudencia de la gente joven, la integración de la inmigración, la falta de refuerzo del sistema sanitario, la carencia de un sistema de rastreo adecuado al número de casos. Si esto es así, habrá sido también la incompetencia política en intervenir en las acciones de control, de estrategias y de solidaridad.