Mi abuelo había estado condenado a muerte y en la cárcel desde el inicio de la Guerra Civil. Y cuando sus nietos al ir creciendo empezábamos a enterarnos de este hecho, tras decirnos que no era un delincuente porque no había robado, ni matado, ni hecho ningún mal a nadie, acababan la explicación con la frase que he elegido como título de este escrito: “Eran cosas de la guerra. Pero el abuelo no era comunista, era solo republicano”.

A la edad en la que empezábamos a tener el uso de razón que nos entraba con la comunión y la dentición definitiva, ya entendíamos que ser republicano era malo pero pasable porque podías acabar en la cárcel sin haber robado, ni matado, ni hecho mal a nadie como el abuelo. Pero que lo peor de todo era ser comunista. Mi madre me ha contado que a ellas les decían que los comunistas comían niños y los colgaban de las carnicerías.

Años más tarde nos enterábamos de que ser republicano era perfectamente legal y democrático durante la República que era el gobierno legítimo de España. Que Franco era un general golpista que acabó siendo generalísimo dictador tras provocar una guerra civil que en realidad fue un golpe de estado, como decía el historiador Paul Preston hace unos días en este diario. Y que cuando en clase de Política en el instituto femenino nos preguntaban a las alumnas -todas chicas en una educación segregada- cuál era la forma de gobierno de España, y no nos atrevíamos a decir “una dictadura” aunque ya lo sabíamos, la profesora de la Sección Femenina nos decía que era una monarquía. Y desconcertadas algunas nos preguntábamos: ¿Y no es Franco el que manda? ¿Y qué es Franco entonces? ¿Y entonces dónde está el rey? (Eso seguimos preguntándonos hoy respecto al excampechano y emérito)

Antes de la muerte del dictador, empezamos a conocer a algunos comunistas que entraban en la cárcel por serlo -como mi abuelo en su día por republicano- y que no robaban, ni mataban ni hacían daño a nadie. Pero decían palabras como democracia y libertad, organizaban sindicatos obreros clandestinos aprovechando las estructuras del sindicato vertical, reivindicaban mejoras laborales y salariales en las empresas. Y acababan en la cárcel por comunistas, algunos fusilados al alba, que “quiero que no me abandones, amor mío, al alba”.

Cuando murió Franco en loor de multitudes, España fue recuperando las palabras que decían los comunistas españoles desde las cárceles: democracia, libertad, elecciones, legalización de partidos políticos y sindicatos. Entonces descubrimos que habían sido cuarenta años de Dictadura, y que contra ella lucharon esos comunistas que se ganaron el respeto del pueblo español, como Marcelino Camacho y su mujer Josefina, como Amable y Pilar, a quienes cito como símbolos de tantos buenos comunistas, de tantos buenos republicanos y de tantos buenos anarquistas, socialistas, gentes de izquierdas y también demócratas de derechas.

Sin embargo, ese anticomunismo de los años de la Dictadura parece haberse fijado en el ADN de la política española, que se escandaliza más de cuarenta años después de las palabras y conceptos marxistas que definen la ideología comunista.

Así ha sucedido hace unos días en el ayuntamiento de Zamora donde una concejala de Cs acusó de “estrategias dictatoriales” a los elegidos democráticamente por la mayoría de los votos de los zamoranos, y el portavoz de Izquierda Unida -indignado por el calificativo y la mentira- respondió con sorna e ironía que “ya le gustaría tener una dictadura del proletariado”. De buen talante, por cierto, porque Míguel es así, como un buen comunista.

¡La que se armó! Todo el anticomunismo de los del ADN franquista salieron en tromba sacando de contexto sus palabras como si en la tranquila Zamora que somos estuviéramos dando un golpe de estado, cuando lo que estamos haciendo es dar golpes de “hoz y martillo”; o sea de trabajo -que es lo que simbolizan- para una ciudad de trabajadores y parados, jóvenes y mayores, mujeres y hombres. Todas buenas gentes cualquiera que sean sus ideas, e incluso si dicen que son apolíticos como había que decir cuando la política estaba prohibida.

Ni una sola palabra de indignación por la acusación de “dictadores” de la concejala de Cs. Como si esa acusación no fuera tan grave, ni tan indignante, por haber pasado cuarenta años de régimen dictatorial franquista. Como si la palabra “Dictadura” sólo fuera grave si es del proletariado.

Pues una aclaración para los interesadamente indignados: los proletarios son las personas que no disponen de los medios de producción y viven de su trabajo, la mayoría de la sociedad; la dictadura del proletariado sería el poder de los trabajadores, una democracia real. Una democracia al menos mucho mejor que la de los padres de ésta en la antigua Atenas, donde solo votaban los ciudadanos y no se permitía este derecho a los esclavos; mucho mejor que la de las democracias que restringían el voto a los ciudadanos con un nivel de riqueza; y mucho mejor que las dos anteriores y otras que no permitían votar a las mujeres que, por cierto, en esta España mía esta España nuestra pudieron ejercer el voto por primera vez en la República, que acabó con un golpe militar que encarcelaba y fusilaba a los republicanos, a los comunistas, a los anarquistas y a los demócratas de izquierdas y derechas, todos de corazón.

¡Claro que la sociedad zamorana no está para estos juegos que ni siquiera son florales!

Pero escribo esto, abuelo, porque eras republicano y te condenaron por hablar con los obreros, los jornaleros, los empleados, los intelectuales. Y porque si me hubieran dicho que eras comunista además de republicano, yo estaría tan orgullosa de ti como lo estoy desde siempre, abuelo Luis.

Porque es tu memoria de buena persona y la de mis compañeros que aún son criminalizados por sus ideas de defensa de la igualdad, la que me lleva a no callar “por más que con el dedo/ silencio avises o amenaces miedo” (Quevedo ¡hace tanto tiempo!).

Y porque “Una gota de pura valentía vale más que un océano cobarde” (de una camiseta de Miguel Ángel, con las palabras de otro Miguel, Hernández, poeta comunista y republicano).

¡Y porque los nada de hoy todo han de ser! Algún día.