Cualquier humano, cualquier ser, cualquier elemento, cualquier conocimiento, el tiempo disponible, etc., es decir, cualesquiera activos existentes, con independencia de su naturaleza y titular; están para servir a la sociedad, con plenitud, al objeto de lograr su máximo desarrollo social y económico, bajo un marco jurídico estable, seguro, justo, comprensible, eficaz, eficiente y adaptado, en cada momento a las características de a quienes tiene que servir, según demanda, entre otra normativa, el Código Civil, “Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas, …”, artículo 3º.1.

Y por lo tanto, todos, todos, sin excepción y sin falsas excusas; y menos con actitudes hipócritas, que ponen de manifiesto la falta de respeto a los demás, la ofensa a la inteligencia ajena, y sí las aptitudes para ser buenos “actores y actrices”; tienen la obligación moral de dar de sí todo lo que puedan, en función de sus capacidades, de sus recursos, de sus circunstancias, de sus aptitudes, de sus actitudes, etc., pero lo que sí todo el mundo puede ofrecer, y exigirse, es esfuerzo, espíritu de superación, colaboración, trabajo en equipo, ayuda, mejora continua, y un larguísimo etcétera.

Pero además de dichos buenos fines y propósitos se requiere; entre otras exigencias para que alcancen su plena virtualidad en beneficio de la comunidad; que estén configurados en función de las necesidades, demandas, problemas y aspiraciones de sus destinatarios, lo que precisa de un conocimiento concienzudo de todas ellas para solucionarlas en el tiempo y forma más temprano y adecuada, respectivamente. Y, es que muchas veces, la buena voluntad es insuficiente, se requiere el apoyo y aplicación de las técnicas de la economía de la empresa, del conocimiento del ordenamiento jurídico, de la investigación del “mercado” al cual vamos a atender, etc. Y, por encima de todo ello, y casi en primer lugar, está el tener una conciencia rigurosa con uno mismo, que nos impulse y motive “a cumplir” como auténticas “damas y caballeros” con nuestros congéneres. Y en la base de todo, en su raíz, como siempre, una profunda, amplia y disciplinada educación.

Para el logro del bienestar general además de lo reseñado, se requiere el evaluar cuál ha sido el nivel que se haya alcanzado en los objetivos, que posibles retrasos temporales han podido surgir, qué obstáculos han aparecido y cómo se han resuelto, la rentabilidad económica y social de los recursos implicados, etc., es decir, aplicar el análisis coste-beneficio, etc., para, una vez conocido todo ello, estudiarlo, aprender de la experiencia precedente, obteniendo conclusiones para adoptar medidas correctoras, de mejora, etc., para actuaciones futuras. A tales fines la disponibilidad de procesos adecuados, ágiles, transparentes, etc., de previsiones, de costes asociados a las actividades a desarrollar, de indicadores de administración, gestión y dirección, etc., posibilitará “hacer más con menos”, que, “a la postre”, es de lo que se trata: aprovechar con probidad los activos para que existan los máximos disponibles para las ingentes necesidades que hay que atender; que implica que los procesos de evaluación de políticas públicas “ex ante” conlleven “estudios previos a la aprobación de determinadas políticas de gasto incluyan los costes asociados”, etc., tal como contemplan los estudios “ad hoc” de la AIReF, Autoridad Independiente de Responsabilidad Social, https://www.airef.es/es/informes-orden/page/3/.

Y tengamos presente que lo apuntado también debiera aplicarse a nivel personal, no olvidemos que somos una “empresa” con nuestros “activos” y “pasivos” y “objeto social” que debemos “rentabilizar al máximo” para ofrecer a la sociedad lo mejor de nosotros mismos, y que tanto lo necesita.

Marcelino de Zamora