No sé si dobladas o tiesas, pero así le mete Torra sus catalanes chafarotes al insípido de Sánchez. Nunca el Parlamento español ha tenido que escuchar las barbaridades que a diario dicen los de Esquerra, los de Bildu y toda esa gentuza a la que el presidente del Gobierno sigue dando bola para que continúen crecidos y creyéndose indispensables. Nunca como hasta ahora, un presidente de la Generalidad de Cataluña, se había mofado del Gobierno de España, amén de hacer lo que en cada momento le ha venido en gana, como así lo viene haciendo Torra y un poco antes Puigdemont.

Torra que sigue con su victimismo, culpando al Estado español de todos los males que asolan Cataluña, ha anunciado la apertura de nuevas embajadas catalanas. Esta vez en Senegal, Australia y Japón. Hasta ahora disponía de 15, con estas nuevas incorporaciones a la ‘diplomacia catalana’, el Gobierno catalán sumará 18 delegaciones en el exterior. Legaciones diplomáticas que, por cierto, sostiene el Gobierno de España y que constituyen un coladero de dinero impresionante. En ellas se coloca a los parientes y amiguetes de lo más representativo del independentismo catalán y para los que ya no hay ‘plaza’ en el marco de cualquiera de las cuatro provincias catalanas.

Se entiende mal, muy mal que el Gobierno de España, ayer el de Rajoy y hoy el de Sánchez, no corten por lo sano. Si no va a pasar nada porque lo haga. Los independentistas se cabrearan primero, se lamentaran después, amenazarán a continuación, pero no harán nada. Por eso se entiende mal el miedo, que no el respeto, del Gobierno a estas gilipolleces del independentismo. Los buenos empresarios catalanes que circulan por el mundo, cuando tienen un problema que solucionar no visitan la embajada catalana porque de nada les sirve, son inoperantes e inútiles. Cuando los buenos empresarios catalanes que circulan por el mundo tienen un problema que solucionar, acuden de inmediato a la embajada de España en el país de que se trate o al consulado también de España.

La democracia no sólo consiste en cargarse cualquier vestigio del franquismo. También consiste en pararle los pies al independentismo catalán y a la izquierda radical vasca, esa que blasona en el Congreso de los diputados de que “Tras tres década intentando acabar con la izquierda independentista vasca, resulta que estamos aquí condicionando el Gobierno de España y las leyes que este Congreso aprueba” Y a Sánchez no se le cae la cara de vergüenza para alegría de Iglesias.

Mientras la democracia pierde por mor de unos cuantos, Cataluña, suma y sigue, gana espacio presuntamente diplomático en el mundo.