Pasados seis meses de pandemia no hemos superado el duelo por las vidas de las personas que se ha llevado y las formas de vida que hemos perdido.

Según las fases del duelo de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, que se han aceptado de manera general en la psicología, las personas pasamos por las mismas etapas cuando perdemos a un ser querido; y si no lo hacemos, no lo superamos.

Como decía, en el caso del coronavirus la sociedad no ha superado el duelo, no nos hemos acostumbrado a la pandemia.

Después de tanto tiempo y de diversas teorías respecto a su origen, aún hay personas que permanecen en la primera fase de negación, y se resisten a creer en su existencia y sobre todo en las cambiantes explicaciones que nos van dando desde la Ciencia y desde la Política. Así sucedió con dirigentes de países poderosos como el de los Estados Unidos o el de Brasil entre otros, que ahora dicen que negaban la importancia de la pandemia para proteger a la población del miedo. Al final parece que se han chocado con la realidad y se han puesto bozal, perdón mascarilla.

Superada la etapa de la negación, aún muchas personas siguen en la segunda fase de la ira, con sentimientos de rabia y resentimiento y buscando responsables o culpables. Algunos porque aún no la han superado, y otros porque la utilizan contra el Gobierno de turno, sea de la Comunidad o del Estado, con fines partidistas. En España algunas asociaciones y partidos como Vox han llegado hasta los tribunales para denunciar la acción del Gobierno, aunque la Fiscalía del Supremo acaba de decir que no hay delito en la gestión de esta terrible crisis sanitaria. La mayor parte de la sociedad seguimos en la fase de la ira, echando la culpa a los jóvenes por salir, a los viejos por ir a los bares, a los que se ponen mal las mascarillas… Los unos contra los otros.

Sin embargo, las personas y profesionales que se han dedicado más directamente a luchar contra el COVID, posiblemente estén en la etapa de negociación, en la que reflexionan y se evalúa lo realizado para responder a las inevitables preguntas que surgen en el duelo: ¿Se puede revertir o cambiar lo hecho?, ¿Qué habría pasado si hubiéramos tenido más medios? Son las que están pensando en estrategias para evitarlo, para seguir adelante. Aunque estén agotados.

Son todos aquellos a los que aplaudíamos desde los balcones y ventanas, mientras se iba instalando en la sociedad la etapa de la depresión, la de la tristeza y la sensación de vacío cuando estábamos confinados durante el estado de alarma, rodeados de miedo, malas noticias y números de personas que cada día perdíamos en la UCI.

Han pasado seis meses, y quizás algunas personas hayan alcanzado la etapa de la aceptación, de convivir con su dolor emocional en un mundo en el que hemos perdido una forma de vida, pero ya, como en el poema de Agustín García Calvo cantado por Amancio Prada, somos capaces de cantar “solo de lo negado, solo de lo perdido”.

En esta fase, hemos recuperado la capacidad de alegrarnos al ver empezar el curso escolar con los niños de siempre, aunque con las sonrisas ocultas tras las mascarillas. Y eso pese a que el goteo de personas que perdemos renueva las fases del duelo en cada familia, entre los amigos, los compañeros, los vecinos, en la residencia, en el pueblo, en la ciudad.

En una provincia como Zamora que pierde dos mil habitantes al año, también se renueva el duelo social que esta pandemia de la despoblación provoca, en la que -salvando las distancias de dolor por las pérdidas de vidas de la pandemia sanitaria- los distintos sectores se instalan en cada una de las fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Unos de manera inevitable, otros por intereses.

En la negación de la grave situación económica y social de Zamora se ha instalado sistemáticamente el Gobierno de la Diputación, incapaz de reconocer que no hay agua potable, ni mucho menos Internet; que se cierran los consultorios médicos y las escuelas; que se van los jóvenes y quedan los viejos con bajas pensiones y residencias con escasez de personal. No sé si se sienten culpables, pero mantenerse en la negación de la realidad sólo sirve para chocarse con ella.

Me da rabia tener que ubicar en la fase de la ira a la oposición política, pero resulta casi inevitable al comprobar que los que manejan el presupuesto público –ahora con remanentes añadidos- siguen con los ojos cerrados a la realidad de una provincia que se vacía. Mejor dicho, que han vaciado con las políticas aplicadas desde los gobiernos: del Estado, de la Junta y de la Diputación.

Es evidente que desde la política estoy en la fase de la ira, pero cuando veo a la sociedad zamorana que resiste en su pueblo, a mis alumnos, a los agricultores que se quedan, a los jóvenes que quieren volver, a los profesionales que se comprometen, a las plataformas que luchan, a mis compañeros y compañeras… Entonces avanzamos hasta la etapa de la negociación para preguntarnos con todos ellos: ¿qué hemos hecho mal?, ¿qué tenemos que hacer?

En la fase de depresión se ha colocado gran parte de la población zamorana que ve sobre todo cómo desaparecen sus pueblos y su forma de vida, y cómo se tienen que ir sus hijos fuera, como el bisabuelo que antaño estuvo en Alemania trabajando.

Una tristeza normal en el duelo que, sin embargo, nos permite seguir luchando y cantando aunque siga la pena y la pérdida. Con las palabras de Agustín que como ya son del pueblo podemos decirlas, acabo este escrito como lo titulé, cantando lo que se pierde: “Pero escucho tu voz del recuerdo juvenil para siempre, que me dice que nunca se pierde lo que suena en el aire. Y que allá tras la última estrella hay un río y bosque de Valorio, y tú estás a mi lado y cantando conmigo”.

A la fase de aceptación, preferimos llamarla de “Rebélate”. Somos así.