Eso se decía hace muchos años, cuando se intentaba echar la culpa a alguien de algún marrón que no le correspondía. El que resultaba acusado decía ¡A mí que me registren! queriendo dejar claro que no tenía nada que ocultar, que aquello que se le imputaba no era cierto, que tenía la conciencia tranquila. Eso mismo es lo que, sin decirlo, ha parecido decir el líder del PP sobre el caso “Kitchen”. Ese caso en el que, presuntamente, el Ministerio del Interior de la época del señor Rajoy dedicó a setenta funcionarios a investigar sobre el caso Gürtel, con el propósito, también presunto, de eliminar la documentación comprometedora que pudiera tener en sus manos elseñor Bárcenas, a la sazón tesorero del PP, que contribuyera a la imputación de su propio partido. También consta la entrega de 50,000 euros, pertenecientes a los fondos reservados del propio Ministerio del Interior, al chofer del tesorero para que le sustrajera documentos comprometedores a ese respecto.

El presidente actual del PP ha dicho textualmente que las “Investigaciones judiciales vienen de tiempos pasados…cuando yo solo era diputado por Ávila”, que viene a decir lo mismo que aquello de ¡A mí que me registren! Y aun dando por hecho que, a título personal, tenga razón, se da el caso que ahora es el presidente del partido que presuntamente cometió aquellas irregularidades, y consecuentemente es quien ahora debe rendir cuentas y dar explicaciones.

Si usted ha adquirido un automóvil no debe preocuparse del cumplimiento de su garantía, tenga la empresa fabricante el mismo presidente u otro distinto que cuando hizo la compra, porque, en cualquier caso, la compañía se hará cargo de sus eventuales defectos o averías. Tampoco deberá dudar sobre poder devolver un producto que haya comprado en unos grandes almacenes, porque el derecho a poder hacerlo, si no cumple con sus expectativas, no depende de si el consejero delegado de esa empresa es el mismo u otro diferente.

Por otra parte, alegar que “solo era diputado en el Congreso” parece una forma, como otra cualquiera, de restar importancia y trascendencia a ese cargo, aunque se dé la circunstancia de que sean solo 350 los diputados que se eligen en España de entre los más de 47 millones de ciudadanos que vivimos aquí. O lo que es lo mismo, un diputado por cada 134.000 habitantes. Son esos ciudadanos elegidos y no otros quienes tienen el honor y el privilegio de ocupar tal puesto. Un puesto cuya función es, ni más ni menos, la de aprobar las leyes y los presupuestos generales del Estado. Pero eso, al parecer, no es demasiado importante para el líder del PP.

 Por mucho que se empeñe el señor Casado, él no era un simple militante que pasaba por allí, ni tampoco el chaval que sacaba las fotocopias, sino una persona considerada dentro de su partido, que ocupó diversos cargos, entre otros el de vicesecretario de comunicación.

Esa manera de quitarse las pulgas de encima no ha tardado en ser imitada por el expresidente Sr. Rajoy, quien ha dicho que “yo no soy ya un personaje público, lo que da que pensar sobre lo que pueden entender por responsabilidad los dirigentes políticos, y la supuesta impunidad a la que algunos creen tener derecho. De hecho, no han sido los periódicos, sino Asuntos Internos quien ha dicho que el expresidente del gobierno podría tener conocimiento de la citada operación “Kitchen”.

El juez que instruye el caso concluye que se robaron pruebas, por parte de funcionarios del Ministerio del Interior, al tesorero señor Bárcenas, “extramuros del control judicial, para que no pudieran llegar a la Audiencia Nacional”. Y eso, de llegar a ser así, sería algo muy grave, pues habría sido poner a las fuerzas que deben dedicarse a perseguir a los delincuentes, a defender a quienes han infringido las leyes.

Nadie debería temer nada, si nada delictivo ha hecho. Por el contrario, todos deberíamos estar contentos de que la Justicia investigue y juzgue a quienes hayan podido pasarse de la raya. Por eso es difícil de entender, por más que se ponga temperamento y sentido común en ello, ese cabreo que se cogen determinados cargos y excargos políticos, cuando dicen que son perseguidos por la Justicia. Máxime, cuando todos coinciden en afirmar que son del todo inocentes. Pues de ser así no solo no resultarían perjudicados al final del proceso, sino que emergerían muy fortalecidos.