No hay que dormirse en los laureles, pero hay que dormir. Quienes sostienen que por dormir se pierde tiempo para vivir, se equivocan. Sin un sueño reparador el día a día se hace insufrible. Dudo mucho que el sueño tenga inconveniente alguno. Orea cosa es la vagancia asociada a la cama, al hecho de tumbarse a la bartola. Además, dormir cumple una función reparadora vital para nuestro organismo. No se puede dormir poco y mal, puesto que corremos el riesgo de aumentar nuestro índice de masa corporal. Hay que dormir de un tirón y apaciblemente, sin nada que altere el sueño.

Dormir poco y mal engorda. Es un hecho que ha sido contrastado recientemente gracias a unos investigadores californianos. Resulta que al descansar menos de siete horas o al estar despiertos durante la noche, se activa un gen llamado ‘Period’, encargado de regular los horarios y que se relaciona con la obesidad y el riesgo cardiovascular. No se puede ir por la vida presumiendo de dormir poco porque de esa forma se vive más, se le saca más redito a la vida. ¡Y un cuerno! Dormir poco siempre ha tenido contraindicaciones. Para la salud, para la belleza y para todo lo demás. Porque la falta de sueño produce malhumor.

Un buen número de investigaciones han demostrado que el metabolismo del cuerpo humano se altera, a veces considerablemente, cuando no se duerme lo suficiente de manera habitual y también cuando se altera con frecuencia el ciclo del sueño. Ahí entra en juego lo de la masa muscular y la gordura. Cuando no se duerme el organismo experimenta cambios que lo llevan a sufrir más hambre, pero lo más grave es que ese hambre se traduce en la preferencia de alimentos más calóricos y de peor calidad nutricional. Vamos, que el insomne se lo juega todo, la salud, el físico y lo demás.

Ese cambio de metabolismo hace que se tienda a quemar calorías con menos eficiencia y a acumular más grasa, la enemiga pública del físico de hombres y mujeres, lo que se traduce en la preferencia de alimentos más calóricos y de peor calidad nutricional. No vale con estar vigilando la alimentación todo el santo día si por la noche se pifia. ¡Y si fuera sólo eso! Lo malo es que la salud también entra en juego complementando todo lo dicho con una reducción de la secreción de insulina en el páncreas, lo que merma la capacidad de esta hormona de controlar el nivel de azúcar en el conjunto del organismo y, como consecuencia, aumenta el riesgo de desarrollar diabetes. Está comprobado: hay que dormir.