Las primeras representaciones de la tierra eran completamente inexactas. Sólo fue posible representar su forma de manera más puntual cuando los viajeros, exploradores y geógrafos tuvieron la suficiente información para probar y concluir que ésta tenía una forma redondeada. Los egipcios ya habían medido la circunferencia de la tierra con una cuerda y un palo aprovechando la sombra del sol. Y aunque se realizaron desde tiempo inmemorial representaciones esféricas, estas convivieron con otras de forma plana.

El poseer el conocimiento de los mapas implicaba poder, así los hombres podían llegar a ser los amos de la tierra, controlar el comercio marítimo y terrestre y planificar de forma más realista las invasiones de los distintos territorios.

Se conservan mapas en las paredes de algunas cuevas, en piedras, en papiro, en madera, en papel y curiosamente cada autor solía representar los elementos geográficos, dependiendo de su cultura y creencias.

Uno de los más antiguos conocidos es el denominado Imago Mundi de Babilonia, que se realizó por el año 600 antes de Cristo. Presenta forma circular. El círculo simboliza el Golfo Pérsico como un río que rodea al mundo, las ciudades son los círculos más pequeños y los triángulos exteriores las regiones misteriosas.

En el siglo XII un rey medio pagano, ya que se trataba de un sultán bautizado en Sicilia, Rogelio II, el cual recibió una educación multicultural, se rodeó de verdaderos intelectuales de diversas razas y religiones, médicos, filósofos, poetas, matemáticos, geógrafos, por lo que consiguió que su reino se convirtiera en el más poderoso de la época. Erigió entre otros monumentos, uno de los más bellos en Palermo, la espléndida Capilla Palatina de los reyes normandos en 1132, que nadie debería dejar de visitar.

Hasta entonces la mayoría de los mapas tenían forma de T o de O y en ellos se reseñaban lugares de peregrinación y de exégesis bíblica, como Jerusalén, el paraíso, el infierno, etc.

Dicho rey sabía que los árabes de la época estaban muy preparados por sus conocimientos científicos y enciclopédicos y que contaban con excelentes cartógrafos para elaborar mapas.

Por eso, contactó con Al-Idrisi un hombre muy culto, de treinta y nueve años, formado en la universidad de Córdoba que había recorrido numerosos países de África, Europa y Asia, para que le elaborara uno y así hacerse dueño del comercio del Mediterráneo. Al-Idrisi tardó quince años en realizarlo y fue conocido como La Tabula Rogeriana, convirtiéndose en uno de los mapas más completos del siglo XII.

Siguiendo la geografía de Ptolomeo del siglo II y de Paulo Osorio del V, Al- Idrisi elaboró un mapamundi alargado de forma invertida, ya que está visto desde África y la sitúa en la parte de arriba, mientras que Europa aparece en la de abajo. En él convergen las tres civilizaciones más importantes de la época, la islámica, la bizantina y la cristiana.

Considera al globo terráqueo el centro del universo, divide al mundo en regiones y climas, aparece la línea del Ecuador, los territorios y los itinerarios para recorrerlos y las ciudades más importantes, sobre todo las cercanas al Mediterráneo.

Y junto al mapa entregó Al-Idrisi al rey una esfera de plata de la tierra, con las aguas adheridas a ella. El aire la rodea por todos los lados y todas las criaturas se mantienen estables en su superficie “La tierra les atrae como el imán al hierro”, intuían la teoría de la gravedad, pero no eran capaces de explicarla.

El mapa original, incluido en la primera versión de El Libro de Roger, desapareció en los disturbios de Palermo de 1160. Rogelio entonces le encargó una versión ampliada al autor y la tituló Los jardines de la Humanidad y la recreación del alma en 1161. Y aunque también se perdió, de este se conservaron una decena de copias.

La tercera versión abreviada fue realizada por los discípulos de Al-Idrisi y la titularon El jardín de las Alegrías en 1192, siendo conocida como el pequeño Al-Idrisi, el cual lleva también un mapamundi circular al final.

Y en todas estas versiones de dicho mapa, es donde, por primera vez, aparece nuestra ciudad de Zamora o Semuret con su nombre árabe y con todas sus letras, significando tierra de árboles y turquesas, a orillas del Duero, lo que da fe de la importancia que tuvo como ciudad puntera en la política, en la literatura, en el arte y en el desarrollo de la civilización de la época.

Fue centro neurálgico de la monarquía, en ella se dieron cita muchos de los sabios del momento, de su historia surgió el primer Cantar de Gesta de la literatura en castellano, anterior al de Mío Cid, que se conserva enteramente prosificado en las Crónicas, el Cantar del Cerco de Zamora, basado en el reparto de los reinos entre los hijos de Fernando I, se completaron la mayoría de las construcciones de su más de setenta y siete iglesias dentro de la ciudad, y sus cerca de cien ruedas para moler los cereales, lo que la convirtieron en una de las ciudades más importantes e influyentes del momento del mundo conocido.

Hoy me vienen a la memoria los versos de mi admirado Quevedo: “Miré los muros de la patria mía, /si un tiempo fuertes ya desmoronados/ de la carrera de la edad cansados/ por quien caduca ya su valentía”.

Nada tiene que ver todo lo contado anteriormente, con la inestabilidad, la decadencia, el desgobierno, la nefasta gestión, la imprevisión, la negligencia, el desamparo y la desintegración no sólo de los poderes fácticos, sino del tejido empresarial, del territorio de las ciudades y de toda España, en el que nos está situando el sistema actual que nos está llevando a un túnel sin salida y a la ruina total, debido a la falta de preparación de todos nuestros gobernantes y de sus asesores, que ávidos de poder, han demostrado que no tienen ni idea de cómo gestionar este país, ni la pandemia, ni de cómo manejar el dinero de los ciudadanos, ni de cómo parar el aumento de la deuda estratosférica que nos tocará pagar a todos nosotros, todo lo cual acabará borrándonos definitivamente de todas las esferas de plata y de todos los mapas conocidos.