El caso fue muy comentado a lo largo del pasado agosto. El propietario de una vivienda en Mataró vio en las redes sociales que la pareja que okupaba su piso estaba de vacaciones en Ibiza, coyuntura que aprovechó para okupar su propia vivienda. Cuando el propietario decidió echar abajo la puerta del que fue su domicilio, en el que sus moradores, en el colmo de la desfachatez, incluso habían instalado una alarma, en lugar de su hogar dulce hogar, se encontró con una pocilga en el sentido más amplio y real de la palabra. Un estercolero, una guarida, una vivienda donde bacterias y virus de todo tipo convivían en desarmonía con el destrozo ocasionado por la pareja okupante.

Manuel, que así se llama el legítimo dueño, tapió la puerta y sacó del piso en bolsas de basura las pertenencias de la pareja. ¿Qué ha ocurrido una vez que los okupas han finalizado sus vacaciones ibicencas? Pues que quienes durante años han estado destrozando su vivienda y atemorizando al vecindario, lo han denunciado por haber cambiado la cerradura del inmueble y por un delito de coacciones. Manuel deberá dar explicaciones a la policía catalana de por qué irrumpió en su propio piso para recuperarlo.

El asunto parece surrealista. Mientras los okupas sigan, de alguna manera, estando protegidos por la ley, mientras las okupaciones se perpetúen en el tiempo, España seguirá siendo ese país con leyes en precario, que benefician a los asesinos, a los ladrones, a los malos de solemnidad y perjudican a los honrados, a los que cumplen escrupulosamente con las obligaciones que impone toda ley. Es injusto e indigno de una sociedad democrática y moderna. A veces se persiguen delitos o presuntos delitos que apenas tienen recorrido y se dejan pasar este y otro tipo de acciones que perjudican, como siempre, al más débil que no es precisamente el okupante.

Que no señor, que no buscan un techo bajo el que cobijarse porque no tienen donde caerse muertos. Que no nos engañen más. Porque mientras los okupas de esta historia han veraneado en Ibiza, buen número de españoles lo han hecho en sus casas y como muy lejos en el pueblo que les vio nacer. Que no nos engañen más. Lo que pasa es que al señor Iglesias le va esta marcha. Eso es lo que él quiere, darle la vuelta a la tortilla y que la calle y la propiedad privada sea de los vagos y maleantes. Porque los okupas de marras, además de joderle la vida al propietario, lograron gritando, amenazando y agrediendo a los vecinos que, la mayoría acabara por mudarse.