El PSOE de Psanchez es un sucedáneo del socialismo de la Transición. Eso piensa el exvicepresidente del Gobierno y exvicesecretario general del PSOE, Alfonso Guerra, también diputado durante treinta y siete años desde las Cortes Constituyentes de la Democracia. Y ya sabemos lo que le gusta al Canijo motejar con remoquetes.

A esa crítica se suma toda su tropa de los guerristas. Pero también, esos barones y demás sociatas que firmaron con Guerra, hace unos días, un manifiesto de apoyo al rey emérito y a su legado. Entre ellos abundan también veteranos exministros y altos cargos de PSOE, PP y UCD. Pero Felipe González, más listo, no lo rubricó.

Esos políticos, periodistas, sindicalistas y banqueros, nostálgicos sociatas y demás neoliberales, están ahora bien acomodados. Muchísimos de estos viven aún de las prebendas de las puertas giratorias, sean de primera categoría, segunda, tercera o regional. Todos ellos han sobrevalorado desmesuradamente las esencias de “su socialdemocracia”, y vieron en Psanchez un enemigo interior a batir. E insisten que el actual presidente del Ejecutivo ha convertido el actual socialismo en un sucedáneo del PSOE de la Transición. “Lo ha ido disolviendo poco a poco hasta dejar un falso mejunje”, señalan. Pero, qué entienden los guerristas-felipistas por sucedáneo y qué entiende la actual Izquierda por socialdemocracia descafeinada, implantada desde el felipismo en los años 80-90. Unos y otros se echan en cara lo del sucedáneo: un mal sustituto del verdadero socialismo.

Ahora, los que defienden al “donjuancarlismo” o “juancarlismo” a secas, muchos de ellos se han hecho millonarios y/o suficientemente ricos bajo el palio de la monarquía borbónica. Y se están poniendo muy nerviosos, asustados, ante la grave crisis de Estado que se avecina.

La Transición española no fue tan modélica como algunos pregonan; entre otras cosas dejó impunes los crímenes de la dictadura. Y así acabó siendo una Transición fallida. En este país no existe una verdadera separación de poderes. La monarquía “donjuancarlista´ no ha sido ejemplar y surgió del franquismo. Nos gobiernan una élites fácticas que desprecian los votos de las mayorías. No hay una Justicia igual para todos por mucho que se empeñen en negarlo. Bastantes medios de comunicación y los poderes económicos no son independientes. Y España no es un país laico. Es así como acabó siendo una Transición fallida.

Existe certera inquietud entre los “fieles”–obligados– de lo borbónico. Y ante un posible “terremoto que afecte a la Jefatura de Estado”, proponen “movimientos tectónicos soterrados” y fuertes coacciones para que haya “un acuerdo sólido” entre los dos grandes partidos del bipartidismo y de la Transición, PP y PSOE.

Los firmantes de ese mensaje de apoyo al rey Juan Carlos son partidarios de que se forme un gobierno monocolor o de coalición –de salvación nacional–, o pacto de la Zarzuela para “salvar” la monarquía borbónica y la “herencia” de la Transición. “El texto del comunicado despide un cierto tufillo a rancio, a autoprotección, a un intento desesperado por blindar el ‘statu quo’ que gozan los firmantes”.

Y la Casa Real anda metida en estos andurriales para encauzar la corrección constitucional, la suya claro. Los gregarios de los ex gerifaltes del PSOE y PP, el de la chaqueta de pana y el bigotes, niegan estos traqueteos políticos, pero está claro que los hay y los habrá –no tan explícitos de momento–, pero los habrá.

Un primer objetivo es el batacazo final de Ciudadanos y la decadencia de Podemos. Luego, a medio plazo, quieren recomponer el tablero de la política española. Se trata de buscar una “estabilidad y el bipartidismo que recobre la solvencia de España”, afirman los más acérrimos a estas componendas políticas. Precisamente sacarán pecho cuando se aproxime la aprobación de los presupuestos generales, e incluso en su fase previa.

Seguirán con la distribución –entre ellos– de los poderes en el terreno judicial o en la determinación de los fondos europeos de cara a la recuperación. Por último, intentarán solucionar la crisis del emérito y la decadencia de lo borbónico.

En fin, que sea para defender al emérito o para “protegerse” a sí mismos, el Guerra, los suyos y la caterva añadida de la derechona española, insisten en que “Los ataques que se hacen a la Monarquía no son para reforzar la democracia… Lo de menos es que haya o no monarca, sino que haya una Constitución democrática con unos valores republicanos”. Y añade, tan campante, que “eso es como una república coronada”.

¿Será esto, lo del sucedáneo del antiguo PSOE “guerrista” o “felipista”, como un revoltijo político entre colacao y café descafeinado con achicoria incluida?

Mientras tanto, Felipe González y Aznar guardan cucamente un intrigante silencio ¿Aspirarán a ser ellos dos los reyes-presidentes del mambo, o sea, de eso que dicen de la república coronada o la monarquía republicana?