¿A estas alturas de democracia todavía hay o puede haber incautos, bien pensantes e inocentones que se crean a pies juntillas las promesas de los políticos? ¡Por favor, espabilen! Pónganse las pilas. Los políticos en general y los miembros del Gobierno, el que sea, en particular, no dicen una verdad ni aunque los maten. Sabido es que las palabras se las lleva el viento y con eso juegan a distraernos. En materia sanitaria y también en la educativa, las mentiras, las inexactitudes, las falsedades son flagrantes.

Si nos centramos en la Sanidad, hay que recordar la promesa del Gobierno de España en pleno confinamiento, asegurando que contrataría a 50.000 profesionales. Promesa que ya es historia como tantas otras. Hay un déficit de algo más de seis mil sanitarios y las contrataciones han sido insuficientes, totalmente rácanas, menos que por cuentagotas. Que Dios nos libre de tanto rebrote, de tanta insensatez y de tanto insensato, porque cuando entremos en periodo gripe común la cosa puede ponerse muy seria. No tardarán mucho en abrir el periodo de vacunación. A ver qué pasa.

Si vamos por áreas, dicen los expertos que la atención primaria está pasando por una situación caótica precisamente por la falta de plantilla. Qué pasa, que no hay médicos ni enfermeros en España, que ya nadie se decanta por estas carreras, que la hacinada bolsa de trabajo se ha quedado vacía porque se han ido a otros países donde se les valora más. ¿Qué diantre pasa? ¿Por qué no dicen un ‘coño’ claro? ¿Por qué alguna vez no cuentan la verdad? Prometer y no dar no descompone casa, dice un viejo refrán. Que reconozcan lo que todos sospechamos, que no tienen dinero o por lo menos dinero suficiente para cumplir lo prometido. Por eso Iglesias quiere subir los impuestos para aumentar el gasto público. Lo que pasa es que ese gasto se lo llevará el ministerio de la madre de sus hijos para chorradas feministas.

Lo que también pueden y deben hacer los presidentes autonómicos y los responsables de la Sanidad autonómica es informar ampliamente sobre la situación de su comunidad para que los ciudadanos estemos enterados e informados de la realidad más cercana y no que todo el mundo comparece ante los medios para soltar su rollo que no es el rollo que nos afecta a los ciudadanos. Sólo faltaba que, debido a este caos incipiente, se produzcan retrasos en las citas ordinarias, algunas de carácter urgente, como ocurriera durante el confinamiento. Las promesas incumplidas no conducen a otra cosa que no sea el malestar de los afectados directamente: los sanitarios, y del resto de ciudadanos.