Buena parte de la ciudadanía española viene clamando por la reducción de cargos, por recortar el número de políticos que en España son. Hasta ahora ha sido como predicar en el desierto. Los políticos crecen como por generación espontánea y, a su vez, son generadores de nuevas rémoras que viven de la política, creando cargos a tutiplén. Quien en verdad ha rizado el rizo en menester tal es el presidente Pedro Sánchez cuyo Gobierno se ha erigido como el más nutrido de los últimos 38 años de democracia. Ningún Ejecutivo había tenido más de veinte integrantes. La coalición formada por Partido Socialista y Unidas Podemos ha provocado que el número de miembros pase de los 14 de Mariano Rajoy a los 23 de la segunda etapa de Sánchez. Y si fuera solo eso, pero es que ha multiplicado el número de alto cargos que han pasado a ser 777, en su mayoría asesores que, por cierto, no asesoran nada.

Sirva a modo de prólogo lo dicho porque en otros países del orbe comunitario empiezan a tomar medidas. Los italianos están convocados el 20 y 21 de septiembre para decidir en referéndum la reducción de un tercio de sus diputaos y senadores. Si son listos votarán a favor de la reducción. Esta iniciativa, que en España no vota ni el Tato, fue aprobada por la Cámara de Diputados, bien es verdad que con posterioridad el Senado exigió someter la enmienda constitucional a la opinión de los ciudadanos. De salir el sí, la Cámara Baja italiana pasará de los 630 escaños actuales a 400 y la Cámara Alta pasará de los 315 actuales a los 200. Cierto es que tampoco se reducen tanto. Podrían rebanar un poco más. No obstante, la medida supondrá 100 millones de euros de ahorro para las arcas italianas.

En España, ¿para cuándo dejan una medida así? Me temo que aquí lo de la mamandurria está tan sumamente institucionalizado que lo que queda de siglo sea insuficiente para que un Gobierno haga algo igual. Se tiene que acabar el nepotismo imperante en la política española. Y cuando se dé el grado de cargo de confianza a una persona, lejos de lazos familiares o sociales, se premie la valía. La confianza hay que ganarla con el buen hacer, no con un mutis por el foro ante una metedura de pata o algo peor. Los españoles merecemos que se aborde con prontitud este asunto, que disminuyan los escaños de una y otra Cámara y que los cargos sean los justos y necesarios, que se cuenten con los dedos de una mano, para que las cifras dejen de avergonzarnos.