Se ha puesto de moda el hablar de los moderados del PP y del radicalismo de los partidos de la Izquierda. Hasta el jefe de los grandes empresarios, CEOE, Garamendi, critica “que en este país algunas posturas ideológicas, que pueden ser comprensibles, en la práctica no son positivas para la economía. Necesitamos un gobierno estable que trabaje desde la moderación, no desde la radicalidad”. Y por supuesto, la mayoría de los poderes financieros del IBEX35 dicen más o menos lo mismo que el presidente de la CEOE. Vemos, como siempre, que están todos muy preocupados por el rédito de sus dineros y sus dividendos bancarios.

A mi modo de ver son estrategias distintas con un mismo fin: acabar con el gobierno de coalición, no precisamente con el PSOE. Digo, más bien, desgastar y finiquitar a Unidas Podemos, y sobre todo al vicepresidente segundo Piglesias y a su señora, la ministra Irene Montero.

Por eso Casado se “cargó” a su delfina Cayetana, ya bastante escorada hacia la ultraderecha en Vox y cía. Y eligieron a una “moderada”, Gamarra, “Cuca”, que tiene poco de eso. La exalcaldesa de Logroño es por encima de todo una lengua muy bien afilada en el arte del enfrentamiento político y experta en reyertas parlamentarias. Pero según muchos barones del PP, “Cuca” ha demostrado capacidad de gestión, buen talante y lealtad al partido.

Pero la moderación para Casado es solo cuestión de matices. Cuando la cosa se ponía ardua sacaba a la palestra a sus más fieros mastines, Cayetana, García Egea, y al Maroto más agresivo y más desubicado que nunca, ganándose –con sudor y esperpentos– la sopa boba del sueldo pepero que no le concedió las urnas. Creemos que estos tres sabuesos “guardianes” seguirán aún mostrándonos de vez en cuando la ácida sonoridad de su verborrea parlamentaria.

Ahora, para mostrar al PP más bonachón e institucionalista, sacará de la bancada del Congreso, amén de “Cuca”, a Ana Pastor y al experiodista “buenista” Montesinos.

Y luego, para rematar su cambio de táctica, nos pretende embaucar –o se engaña él solito– con la hipócrita contención de Feijóo y Mañueco, por ejemplo, dos presidentes aparentemente “moderados” de las comunidades autónomas en las que gobiernan.

Pero no; ninguno de los dos lo es. Se ocultan o se escaquean de los problemas reales de los ciudadanos, y apenas ejecutan una gestión eficaz; solo parafernalia mediática a la que pagan muy bien. Son de esos políticos que te ponen cara de bonachón pero luego te la “meten” hasta el fondo (la puñalada política) con la mejor sonrisa y gesto afable.

El presidente gallego nunca hace nada progresista; siempre va detrás del carro de los demás y se pavonea de provocar la división de la izquierda gallega y la aniquilación de la extrema derecha y centro. Feijóo es, como se suele oír de él, “de noche liberal y de día conservador”, o al revés. Es lo que haya que ser para conquistar otra mayoría absoluta.

Al presidente castellanoleonés, Mañueco, al contrario que al gallego le salieron mal precisamente las elecciones autonómicas: no las ganó. Y a causa de las primarias de su partido en Castilla y León anda metido en investigaciones judiciales por presunta financiación ilegal. Es de esos clásicos políticos que no es relumbrón; no le gusta destacar demasiado. Y suele prometer electoralmente mucho, pero luego no cumple ni la tercera parte e incluso emplea partidas presupuestarias y medidas socioeconómicas ya ofrecidas anteriormente –no desarrolladas ni ejecutadas– para reivindicarse como un político avanzado y centrado.

Pero la estrella presentada para combatir al Ejecutivo social-comunista, además de “Cuca”, es el alcalde de Madrid, Almeida. Aunque todavía muy verde en intendencias consistoriales, ha sido nombrado por Pablo Casado flagrante portavoz nacional del PP de toda España, “ná menos”.

Pero, al fin y al cabo unos y otros de estos voceros peperos, suaves o no en las formas, mantienen la misma idea y el mismo mensaje duro en el planteamiento: tumbar sea como sea al Gobierno de coalición.

Está claro que Casado intenta un nuevo viraje al centro político, tras estar anclado, casi dos años, en el error estratégico de la ´derechona trifachita´ Suma España (PP, Cs y Vox) y radicalizándose respecto al gobierno de coalición .

Estaba equivocado y por eso le queda poco crédito en el PP. Los días del becario “fra-Casado” tocan a su fin. Ya son más de cinco elecciones perdidas por el actual líder pepero. Y no se prevén buenas perspectivas en Cataluña en las elecciones del próximo otoño; más bien una catástrofe de Suma España.

¿Serán estos cambios reales –no ficticios– los que salven a Casado del fracaso más estrepitoso al estilo de Hernández Mancha? ¿O está jugando al ´arriolismo´, como Aznar y Rajoy? O sea, Casado parece “haber apostado todas sus cartas a que efectivamente, antes o después llegará su turno”, por la profunda crisis económico social de España que se prevé.

Pero debe mover ficha ya, rechazando la crispación y las actitudes desmesuradas con el Gobierno legalmente constituido. Le urge crear, sin estridencias ni autoengaños, unas alternativas claras de Gobierno y/o de oposición.

¿Lo sabe hacer Casado? ¿Le dejará la FAES y Aznar en paz para llevar a cabo este nuevo propósito centrista del PP?

Eso sí, tiene que hacérselo mirar, eso del pacto con la ultraderecha de Vox en varias instituciones donde gobiernan, sino este giro a la moderación parecerá una pantomima más del PP.

(*) Profesor y escritor