En tiempos de crisis se abren de par en par las puertas del patio de monipodio y empiezan a salir por el quicio de la tranquera toda suerte de rufianes, alcahuetes, jayanes, trúhanes, aprovechados, bribones, bandidos, pícaros y toda esa barahúnda de sinvergüenzas que viven de sus fechorías. A lo largo de los últimos meses hemos visto y comprobado lo que el coronavirus ha dado de sí en este aspecto. Y lo que le queda. Por un lado, los que se han puesto las botas vendiendo al mismísimo Gobierno de España productos prácticamente de desecho y sin garantía alguna y por otro lado los que han falseado el producto puesto a la venta. Entre todos la mataron y la honradez y la solidaridad acabaron muriéndose ellas solitas.

El colmo fue la comercialización de un falso gel hidroalcohólico, hecho con aguardiente y elaborado en un laboratorio clandestino, que se distribuyó por distintos hospitales. Debieron camuflar el tufillo del aguardiente porque, de otra forma, no se explica que llegaran a distribuir miles de litros. Sólo en una nave de la localidad gallega de Boiro, la Guardia Civil intervino 6.400 litros. Oiga, lo mismo el aguardiente supera a cualquier otra mezcla al uso para el menester desinfectante. Pero como no hay constancia científica alguna, mejor que dejen el aguardiente para queimadas, para la fabricación de riquísimos chupitos como los que elabora mi buen amigo Jerónimo Panizo y que se dejen en paz de aumentar el censo del jodío patio cuyas puertas, una vez que se abren, tardan en cerrarse, con los consiguientes trastornos para el personal timado, para la propia Justicia tan cegata a veces, para las fuerzas de seguridad, y para unos gobiernos, en este caso también hay que referirse a los autonómicos, a los que se las dan con queso muy fácilmente.

¡Lo que está dando de sí todo lo que rodea a la aparición del bicho! Y, espere a que empiecen a ponerse en marcha las vacunas que todos se apresuran a publicitar como prodigiosas o poco menos. Ni chinos, ni rusos, ni ingleses, ni americanos. Al final será un laboratorio español el que se lleve ese gato al agua. Es más, será el gran negocio, porque cada dosis se venderá a precio de oro y no habrá para todos, con lo que se abrirá el mercado negro que nos retrotraerá a otros tiempos.

La Agencia Española del Medicamento tiene que permanecer alerta e impedir que, unos y otros, jueguen más con nuestra salud y con nuestra buena fe. Y a los gobiernos, central y autonómicos, a ver si espabilan un poco.