Se ha forjado un sólido consenso internacional, médico, científico, mediático, que sitúa a España como el país avanzado con peor gestión pública de la crisis COVID-19. Nos lo hemos ganado a pulso, cincuenta mil fallecidos en la primera oleada, que nos sitúan exageradamente por delante del resto de países en fallecidos por millón de habitantes. Sí también muy por delante de Reino Unido o de Estados Unidos pese a los esfuerzos de algunos medios de comunicación -y la pasividad de otros- por hacer que parezca lo contrario.

Tras ese fiasco y pese a lo anunciado, vivimos ahora el momento de la plena elusión de esas responsabilidades por parte del Gobierno de Sánchez, Iglesias, e Illa y de Fernando Simón, paradigma de la incompetencia y la desfachatez. Por el contrario, se ha abierto la veda para el señalamiento de “responsables” entre distintos sectores de la población y de la actividad económica y social. Lo vimos con las primeras imágenes de ciudadanos saliendo a la calle tras el confinamiento y con el empeño en poner en la picota a los jóvenes, “los grandes contagiadores” se los ha llegado a llamar.

Ahora la guerra santa es contra los hosteleros y el ocio nocturno, el sector económico que más empleo y riqueza genera en verano. La noche del viernes al sábado estuve en la Plaza Mayor en la concentración de Azehos y la hostelería zamorana contra unas medidas injustas por arbitrarias y que más bien parecen dirigidas a cubrir las espaldas de los gobernantes nacionales, autonómicos y locales, que a poner freno a una pandemia para la que no se han tomado otras medidas comprometidas y no cumplidas, pese a demostrarse en otros países ser más eficaces que las ocurrencias de telediario y redes sociales que nos siguen manteniendo a la cabeza del mundo en mala gestión.

Ni jóvenes ni hosteleros son culpables de la errática actitud con respecto al uso de las mascarillas, desaconsejadas cuando en todo el mundo se recomendaban, obligatorias ahora no solo en lugares cerrados sino en plena calle cuando en ningún otro país europeo se exigen al aire libre, salvo en momentos puntuales de aglomeración. Tampoco de que, con insultante falsedad documentada públicamente, la comisión de expertos que tomaba las decisiones de confinamiento, desconfinamiento y fases, nunca existiera pese a que el propio presidente nos comunicó reiteradamente sus reuniones con ella. De que en los aeropuertos no se hayan exigido y efectuado test a quienes nos visitan. Que no pocos de los casi quinientos inmigrantes ilegales que llegan cada día a nuestras costas, algunos contagiados, escapen sistemáticamente, de los centros de acogida. De que Simón no haya acertado un solo pronóstico y de que este fin de semana nos hayamos quedado sin Remdesivir. Ni de la mala coordinación entre gobiernos nacional y autonómicos.

Los pájaros disparan a las escopetas. El peor gobierno de nuestra democracia para el peor momento social y económico. Sólo les queda un recurso, culpar a la sociedad por no estar ellos a la altura de sus responsabilidades, en activo y en vacaciones.

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