Podría ser una especie de seña de identidad a la contra, típica de las diferentes parcelas del Arte, dado que es algo que se viene repitiendo en todas las épocas de la historia de la Cultura, pero eso de no poder ser profeta en su tierra es algo que siempre ha traído de cabeza a los artistas, además de tratarse de un hecho que parece consolidarse aún más en estos tiempos de ruido, prisa y alta superficialidad y desidentificación de la gente de cualquier lugar.

En estas tierras nuestras, tan dadas a los saraos de aprendizaje diletante y a las artes menores de carácter pseudodocente normalmente programadas por las instituciones de turno para mal entretener al personal, seguimos esperando los homenajes de recuerdo y reconocimiento debido a algunos artistas y creadores de aquí como el escultor Ramón Abrantes, recientemente “muralizado” al lado del querido paisano Ángel Bariego, pero a la sazón de lo cultural, lo artístico y lo escultórico, aún olvidado; o como el estupendo poeta de la vida y del sentimiento entregado al paisaje zamorano, Jesús Hilario Tundidor, garante de una obra totalmente infravalorada y olvidada; o grandes músicos de la talla de Miguel Manzano, únicamente conocido y valorado por su trabajo dentro de la canción folclórica y religiosa olvidando todo su bagaje musicológico o científico; o el caso que aquí nos trae y que no es otro que el gran pintor realista zamorano José María Mezquita Gullón.

No es este el espacio ni tampoco el momento para dar cuenta de su obra, pues lugares, publicaciones y documentos a los que acudir hay de sobra para ello, pero sí debemos reconocer la gran importancia y la categoría, no sólo de sus reflexiones sobre el arte, sino de su estilo pictórico y de sus cuadros, así como los diferentes aspectos y temáticas esenciales que toca su pintura realista como son los árboles, las raíces, las tiendas, las fábricas, la maquinaria, los ferrocarriles, las instalaciones, los juguetes, el río Duero, ciertas vistas panorámicas especiales del paisaje o la ciudad, o el bosque de Valorio. Como puede verse, toda una temática tan extensa en su recorrido como intensa en su conceptualización, sobre todo la referida, como en el caso de nuestros queridos Claudio Rodríguez y Baltasar Lobo, a la vigencia y la importancia de la luz y la mirada, de esta luz nuestra siempre tan a lo vivo y tan sugerente.

Es muy triste, y ciertamente algo vergonzoso, que en los últimos veinticinco años, es decir toda una generación, no haya habido exposiciones en Zamora sobre su obra, ni antológicas, ni temáticas, ni de contexto; como así ocurrió, -siempre aparece algún ejemplo a la contra del que poder aprender, en el año 2012, por ejemplo, en un pequeño, pero inquieto pueblo de Valladolid, Pedrajas.

Es muy triste, que existiendo como existe desde hace muchos años una Escuela de Artes en la capital en la que en algún momento José María Mezquita fue profesor, no se le haya llamado nunca, ya no para exponer algo de su obra y su visión sobre ella, sino, y ni tan siquiera, para conversar con alumnos y profesores o dar una conferencia sobre la pintura, el mundo del Arte y la creación o similares.

De igual modo, sigue siendo muy triste, y nos hace bajar la cabeza con sonrojo, que siendo Premio de las Artes de Castilla y León y con categoría reconocida en todo el territorio nacional, -recuérdense sus exposiciones en Madrid, Burgos, Bilbao o Granada por citar las más próximas-, no se haya realizado por parte de ninguna de las instituciones cercanas la más mínima actividad para promover la investigación y el estudio sobre su obra, o el análisis de sus propias reflexiones sobre el hecho artístico, siempre tan acertadas e interesantes.

Como pocos sabrán, a tenor de la escasa difusión y preocupación por ello, además de la escasa presencia de público en los actos de presentación de ambas obras; en el presente año, y a pesar de los problemas sanitarios, José María Mezquita Gullón, ha publicado y pagado de su bolsillo la edición de dos libros: “Memoria del padre y Fotografías en San Juan del Rebollar”, sobre cosas fundamentales en el mundo de su predecesor, que en su temática en principio pueden parecer alejados de la obra del pintor; y que, sin embargo, se trata de dos obras fundamentales y con contenidos esenciales para entender la raíz y la génesis de muchos de los conceptos y temáticas que sobre el Arte, la Técnica, la Tecnología y la vida, han influido desde la figura del padre en el desarrollo, la conceptualización y la temática de toda la obra pictórica y escultórica de nuestro artista.

Conviene decir también, pues sino faltaríamos a las buenas inquietudes de algunos amigos del pintor, que a día de hoy se está pensando en la programación de dos posibles exposiciones sobre esta obra tan extensa y genial en la que en la actualidad se están abriendo nuevos caminos y propuestas pictóricas bastante interesantes y que son desconocidas por sus paisanos, pero de esto se irá dando cuenta a medida que podamos ir saliendo de la situación sanitaria actual.

En definitiva, es muy triste que la figura y la obra de este artista nuestro sea totalmente desconocida por la gente joven, incluidos aquellos que mantienen intereses artísticos; y esto no sólo ocurre aquí, sino que a nivel regional viene a suceder lo mismo en unas zonas empobrecidas culturalmente por los excesos programados de tantos intereses mediocres y diletantes falsamente folclóricos; el zumba zumba de las tecnologías del susto, las prisas, o el ruido; y la excluyente sinrazón etílica de los divertimentos que está llenando de superficialidad la vida de las gentes más jóvenes.

No es cuestión de restarle espacio a otras preocupaciones de seguro interesantes, no obstante y con la idea de reivindicar lo que pueda ser verdaderamente relevante, no debemos tratar sólo de fomentar lo local por el hecho de ser local, o de repartir la mediocridad y el desajuste en “un café para todos” que distraiga de lo sustantivo; sino de desarrollar lo importante, lo sugerente y lo reconocido más allá de nuestra tierra, más allá de este provincianismo a veces hortera y ombliguero en el que muchas veces y tristemente estamos cayendo.

Hay que seguir abriendo las murallas, y las diferentes fluencias culturales, claro que sí; pero esta apertura ha de ser tanto física como mental y acabar así con las fronteras de lo ridículo, lo vacuo y lo chabacano. En estas tierras hay creadores, pintores, músicos, poetas y artistas que necesitan que se les dé como mínimo aquello que ya han conseguido fuera, y este es el caso de nuestro gran pintor José María Mezquita Gullón.

¡Esperemos! ¡Salud y risas… y para qué las prisas!