El primer y mayor trauma de nuestra inocente y lejana infancia, fue el día que comprendimos, muy a nuestro pesar, que los reyes no existían. Eran los padres, esos si eran de verdad, que velarían por nuestra felicidad y nos liberarían de nuestros monstruos durante toda la vida, nos darían ilusión y alegría, y también muchos caprichos.

Nuestro rey D. Juan Carlos I, amado, odiado, admirado, indiferente… Nos ha dejado como lo hizo en su día su antecesor Fernando VII, El rey Felón. No quiero ser grosero, pero en esa misa situación y con los mismos atributos.

Quién se lo va a explicar a la princesa, a la infanta, a todos los nietos de la Casa Borbón, al pueblo llano, a los miles de niños que durante años han participado en el programa ¿Qué es para ti un rey?

Un rey puede ser un hombre abominable, más que el ogro de los cuentos, eso sí, este es de verdad, que le robó la ilusión a todos los que le querían, hasta los juguetes de los pequeñines.

F. Mario Santos