Esto, me refiero a lo del coronavirus, va de mal en peor. Las cifras, y no precisamente las que nos endosa Simón, que sigue sin dar una, hablan por sí solas. A cincuenta y tantos días del confinamiento, la situación actual de la pandemia en España es tan desastrosa que, en tan poco tiempo, se han infectado en nuestro país 42.018 personas, frente a tan solo 8.659 en Italia, país que tampoco está para lanzar cohetes pero que parece gestionar mejor el problema. El hecho de que doce provincias españolas estén en fase ascendente de casos nos puede dar una idea de que algo se está haciendo mal. También por parte de la sociedad, de los negacionistas, de los irresponsables, de los que hubiera sido mejor que se quedaran en su ciudad y en su casa, para así evitar esta especie de correa de transmisión que se acrecienta con los viajes.

No entiendo, conociendo la situación política en Italia, que su desconfinamiento haya funcionado relativamente bien, mientras que en España ha sido un fracaso rotundo. De seguir la línea ascendente con esa rapidez de vértigo, en poco tiempo superaremos los 300.000 casos en España, superando en otoño los 400.000. No podemos tomárnoslo a broma. No es ninguna tontería, ningún capricho, es la realidad fácilmente constatable. Encima, la información que facilita el Ministerio de Sanidad es pobre, insuficiente y tardía. No sé hasta qué punto eso se hace de forma interesada. Todavía no entiendo cómo no han cesado a Fernando Simón, cómo no se ha ido motu proprio, cómo se le permite hacer el espantoso ridículo diario que hace.

O nos ponemos las pilas o sucumbimos. La Organización Mundial de la Salud, que tampoco ayuda a tranquilizarnos, se cura en salud, advirtiendo que puede que nunca haya una solución contra el coronavirus. Todo son alegrías con el bicho como protagonista. La cosa está que da miedo. La manifiesta incompetencia de tantos nos arrastra. Con eso tenemos que pechar. Pero es que ahora, con lo que sabemos, con lo que hemos pasado, con lo que hemos sufrido, no podemos permitirnos la desfachatez de comportamientos como el de la macrofiesta de jóvenes en Vime. Tres días de fiestuqui y si pasa algo que pase, ya lo arreglará Simón.

No creo que, a partir de ahora, podamos seguir echándole la culpa al Gobierno del pésimo comportamiento de unos cuantos que se han puesto al bicho por montera y parecen querer propagar más la enfermedad. Si solo se contagiaran los responsables, bueno, allá ellos, lo malo es que van trasladando al bicho de acá para allá y contagiando a todo titirimundi.