¿Cómo puede decir el majadero de Pablo Iglesias las chorradas que dice sin que no se le rebata en el mismo Gobierno del que forma parte? Mucha tibieza por parte del Ejecutivo socialista, mientras el juego de poli bueno, encarnado en Sánchez, y poli malo, encarnado en Iglesias, sigue su curso imparable. Las mentiras siguen siendo una constante que, al parecer, desde algunos medios, están dispuestos a tragar como si de píldoras reconstituyentes se tratara.

Este, Sánchez, y el otro, Iglesias, no pasaban el polígrafo ni hartos a vino. Que Podemos hable de opacidad refiriéndose a la casa Real es como hacer pis y no caer ni gota. Ahora que sabemos que vive en las cloacas que él mismo ha devuelto a la actualidad, cabe esperar cualquier barbaridad. Como el asalto sin tapujos a la Monarquía, sobre la que vierte cada día toda su insidia, todo el resentimiento que lleva acumulado desde la cuna.

La extrema izquierda que encarna lo mejor de cada casa: los etarras de Bildu, los antisistema de En Comu y el inefable Podemos que ha llegado para enriquecerse, van a saco a por el llamado sistema del 78. Independentistas catalanes y vascos y Podemos, van derechos a acabar con todo lo establecido, lo que está bien y lo que está mal. Quieren borrar cualquier rastro de la España que se hizo democrática con el consenso de todos y el sacrificio de tantos. Para lograr sus propósitos hay que acabar con la Monarquía. La pareja Montero-Iglesias, incluso llegó a proponer en su día dos fórmulas que encontraron ideales para dar cauce a sus deseos por la vía rápida: borbones “a los tiburones” o directamente “a la guillotina”. Así actúan estos demócratas.

Así se las gastan estos demócratas de pacotilla, suspendidos en convivencia, a tenor de la pésima relación de Iglesias con sus vecinos de Galapagar y con el resto de compañeros de partido a los que sigue engañando mientras barre todo rastro de democratización de su partido. Estos jacobinos de pacotilla, saben cómo dar la vuelta a la tortilla y hacerse los mártires. La Monarquía, que para ellos es un obstáculo que hay que suprimir a las bravas, es para una mayoría de españoles un motivo de seguridad, de tranquilidad y de paz, si no fuera por esos impresentables que se la tienen jurada al rey, tengan el nombre que tengan. La salida, que no huida, de don Juan Carlos forma parte de una estrategia mucho más ambiciosa que, indefectiblemente, pasa por el modelo de Estado que pretenden. Al actual modelo quieren asestarle un golpe mortal. Y eso tiene un nombre.