“La solitariedad es uno de los mayores valores que hay en la naturaleza dentro de los países desarrollados”. Y de eso Zamora sabe mucho. La afirmación es de Jesús Palacios, director del Parque Natural del Lago de Sanabria y también del Centro del Lobo Ibérico. Nadie mejor que los técnicos que llevan décadas dedicados en cuerpo y alma a los espacios protegidos para apuntalar las ventajas que estos parajes pueden aportar en tiempos de pandemia. La provincia atesora cuatro espacios naturales y la mayor población de lobo ibérico del país. La diversidad del Lago de Sanabria, los cañones de los Arribes del Duero, la belleza de las Lagunas de Villafáfila con las aves en pleno vuelo o la fauna de la Sierra de la Culebra no dejan indiferente a nadie. Y menos en tiempos de COVID, cuando tratar de asegurar un destino vacacional quita el sueño tanto como las altas temperaturas o la incertidumbre.

Los pueblos que se encuentran en estos espacios naturales ya han constatado que su entorno tiene “tirón”. Fermoselle, el municipio zamorano emigrante por excelencia durante cientos de años, no solo recibe a sus paisanos en pleno mes de agosto y pese a la suspensión de todas las celebraciones populares, sino también a visitantes que optan por casas rurales y que, por primera vez, han cambiado su perfil. Ahora predominan las familias con menores y la estancia se ha alargado, de solo un fin de semana a varios días consecutivos. El turismo rural está llamado a ser la avanzadilla de la recuperación económica de uno de los sectores más castigados por la crisis del coronavirus. Los que antes buscaban mar y arena ahora miran hacia la España Vaciada y, dentro de ella, a las provincias que ofrecen mayores atractivos. Después de un confinamiento y unas restricciones durísimas, el aire libre gana terreno. Tras semanas de zozobra los propietarios de las casas rurales ubicadas en espacios protegidos respiran con un repunte importante en las reservas en agosto.

El mismo “premio” obtiene Puebla de Sanabria y todo el entorno del Lago, un paraíso natural único en Europa y que ahora disfruta de una doble recompensa. A los que ya sabían de su existencia se suman aquellos que buscan destinos naturales y “seguros” para pasar unas vacaciones tranquilas, sin aglomeraciones, y rodeados de bellezas paisajísticas. En similar situación se encuentran las localidades ubicadas junto a la Sierra de la Culebra, donde el reclamo de los lobos se funde en octubre con el entrechocar de las cornamentas de los ciervos cuando sus bramidos se convierten en teloneros del espectáculo de la berrea. El consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, que acaba de visitar el recién estrenado observatorio del Centro del Lobo de Robledo, no ha dudado en apostar por el equilibrio entre conservación y ganadería ante la polémica que genera la expansión de la población de lobos. Y es que pocos parques naturales existen en Europa tan preparados para poder observar de cerca al predador, como ocurre también con las aves en las Lagunas de Villafáfila, un enclave privilegiado que cada año atrae a miles de “cazadores” fotográficos maravillados por el entorno y el vuelo migratorio de una amplia variedad de especies.

Con los primeros casos de coronavirus ya confirmados y con la alerta sanitaria en marcha, en marzo, Zamora no ha sido ajena al desplome económico. Tras el estado de alarma, y como destino de interior, la provincia dispone de suficientes atractivos naturales como para poder remontar el desplome. No hay mar ni hace falta cuando se puede ofrecer al turista parte de la Reserva de la Bioesfera y unos destinos únicos, sostenibles, y con todas las garantías que ofrecen las directrices que el Ministerio de Turismo ha establecido para los espacios naturales protegidos. Pero este resurgir no puede ni debe ser flor de un día sino la base de una estrategia compartida por instituciones, agentes sociales y económicos para que Zamora obtenga su merecido reconocimiento, algo que ya existía pero que ahora se multiplica de forma exponencial a través de aquellos que huyen de pueblos y ciudades con aglomeraciones y miran hacia la naturaleza, en su concepto más amplio.

La biodiversidad que ofrece Zamora, tanto en la provincia como en la capital, es un tesoro que necesita ser afianzado con mejora de infraestructuras y, sobre todo, con la banda ancha en Internet que parece comienza a desplegarse tras años de reivindicaciones. En 2022 la mayor parte de la provincia, el 84% de los pueblos, dispondrá de alta velocidad de conexión, acaba de anunciar el subdelegado del Gobierno, Ángel Blanco. Banda ancha y negocio potencial es un binomio ya indiscutible.

Esta oportunidad que se abre y que puede consolidarse con un turismo sostenible en los espacios naturales tampoco ha pasado desapercibida en la capital. Tras el éxito de las rutas ornitológicas el Ayuntamiento ha decidido encargar un estudio científico que sirva de base para blindar la biodiversidad del tramo urbano del río Duero, refugio de nutrias, galápagos, aves, rapaces, garzas, cigüeñas y que cuenta con cuatro islas salvajes en el cauce a su paso por Zamora.

La provincia cotiza al alza en tiempos de COVID y está en condiciones de disputar un pedazo del pastel turístico con otros populares destinos de interior. Los resultados no deben ser pasajeros ni tan solo fruto de la desgraciada pandemia, sino del esfuerzo conjunto por captar a visitantes que por primera vez en su vida miran con lupa otros aspectos antes de planificar sus vacaciones. La oportunidad está servida. Es hora de trabajar por ella.