El hombre tozudo, bendita tozudez, para mi compañero Celedonio Pérez. El hombre bueno para todos cuantos conocimos a Emilio Petisco. No es fácil ser político y a la vez querido porque ambas son dos circunstancias que solo personajes como Emilio Petisco Molina han sabido reunir en su persona. Emilio unía cualidades humanas sobresalientes, por desgracia poco frecuentes en la clase política española: Sencillez, afabilidad, falta de ambiciones económicas, humanidad, cultura sin sombra de pedantería. Qué decir de su sabiduría, de su capacidad de trabajo, de esa su bendita tozudez, de su tesón, de su empeño por conseguir lo mejor para Zamora y para el mundo rural al que siempre defendió a capa y espada.

Todos, incluidos los políticos de distinto signo, pasados y presentes, han coincidido en elogiar sin reservas la calidad humana y el nivel político y profesional de Emilio. Como director provincial de Agricultura, como gobernador civil, como concejal en el Ayuntamiento de Zamora, como diputado provincial. Cuánto se echan de menos políticos de su talla, defensores concienzudos de las dos Zamoras, la urbana y la rural, de las posibilidades que ambas encierran. De haber continuado en política otro gallo nos cantaría a los zamoranos. Emilio tenía una fe inquebrantable en las posibilidades de Zamora, de productos como el queso y el vino, que tanto le deben en su promoción interior y en su proyección exterior, de las capacidades que, llegado el caso, pueden desarrollar los zamoranos. Y eso que el suyo no fue un camino de rosas. También se encontró con la oposición de los envidiosos, los desconfiados, los débiles de carácter, los que acostumbran a poner piedrecitas en el camino y dificultades mayores.

El fallecimiento de Emilio Petisco ha conmocionado a la sociedad zamorana, a cuantos vieron en él a una persona buena, afable, trabajadora, con la que se podía hablar de todo, incluso de política. Emilio aportó siempre más de lo que recibió. Su particular finura y elegancia en su forma de hacer política era de agradecer. Cómo se agradecía su inteligencia, lucidez y serenidad en el análisis de los problemas de nuestro tiempo. El mismo día de su sepelio, mi buena amiga Rocío Carrascal Pardal, me enviaba una foto en la que ambas aparecemos junto a Emilio y Carlota Allen, propietaria de la Bodega “Alma Roja”, no podía llamarse de otra manera, en un evento relacionado con el vino.

Se ha ido un gran hombre, un hombre bueno, tozudo y cabal, capaz de conectar con todos fuese cual fuese su ideología. Lo que hizo, lo hizo bien, sirviendo siempre a los intereses de Zamora y los zamoranos.