¡Qué poco ha cambiado el mundo!

En tiempo de pandemia y de contagios releo la obra, Creación de Goré Vidal, una novela centrada en la Persia del siglo V antes de Cristo, donde un viejo poeta persa y ciego, Ciro Espitama, nieto de Zoroastro, le dicta a su joven sobrino griego, el filósofo Demócrito, sus memorias para que conozca la verdad sobre los tiempos convulsos que le tocó vivir, cuando con las guerras entre Oriente y Occidente se asentó el futuro de estos territorios, cuando el pensamiento de Buda y Confucio comenzaba a extenderse por el orbe y, cuando en Grecia Sócrates y sus discípulos se preguntaban por el origen del universo.

Ya desde el principio, el narrador anuncia la diferencia de educación entre los persas y los griegos, la persa se resumía en “cabalgar, tensar el arco y decir la verdad”. La griega era casi la misma, exceptuando “decir la verdad”. Porque Grecia por aquel entonces “se llenó por una clase de hombres que se llaman a sí mismos sofistas” los cuales estaban adiestrados en muchas artes, no tenían un tema único de conocimiento. Simplemente eran astutos con las palabras y se hacía difícil determinar qué se proponían enseñar, porque cuestionaban todas las cosas menos el dinero. Sin duda alguna se ocupaban casi exclusivamente por ser bien pagados. Esa era su principal verdad.

Recordemos que la astucia es la habilidad que se utiliza para obtener beneficios mediante el engaño.

Y según avanza la historia cada vez me recuerda más a muchas de las cosas que nos están tocando vivir en estos tiempos, por estas latitudes.

El otro día pude observar cómo los sofistas políticos socialistas se concentraban apiñados en las bancadas del Congreso para aplaudir a su líder, mientras al resto de los ciudadanos de España, nos repiten una y otra vez que debemos guardar la distancia de seguridad para evitar la pandemia. Y todos ellos como buenos palmeros le dedicaban aplausos fervorosos, como acostumbraba a hacerlo la clá, los que aplaudían por dinero en los teatros antiguos.

Ya el megalómano Nerón pagaba a más de cinco mil personas para que lo aclamaran cuando aparecía en público a cantar, representar o a soltar ideas sin sentido, a las que denominaba discursos.

Después al poeta francés del siglo XVI, Jean Daurat se le ocurrió un día comprar muchas entradas para la primera representación de su obra y se las regaló a amigos y parientes, con la condición de que la aplaudieran a rabiar.

Por otra parte, hace tiempo que la Universidad sueca de Uppsala estudió el fenómeno y sostiene que los aplausos son un comportamiento humano muy contagioso y que todos nos sentimos presionados a unirnos a ellos, cuando alguien comienza a aplaudir. Es como una enfermedad que salta de un individuo a otro hasta que todos los espectadores acaban infectados. Este acto se identifica así con la pandemia que vivimos.

Porque si el aplauso significa aprobación, a ese acto del recibimiento del presidente en el Congreso, no se le puede encontrar mucho sentido.

Resulta que aplauden a un líder astuto con las palabras y contradictorio en sus actuaciones, lo que dificulta para saber qué y cómo quiere gobernar, pues cambia de discurso como las veletas en un día de viento.

Copió parte de su tesis doctoral, cuando defendía con anterioridad a ocupar el cargo de presidente de gobierno que si alguien copiara alguna obra lo destituiría inmediatamente. Pero ahí sigue, como si lo prometido no fuera con él.

Prometió no unirse nunca a los radicales de Podemos, ni con los etarras y nos ha vuelto a mentir.

En vez de reducir los cargos del estado ha ampliado innecesariamente los ministerios y sigue creando cargos para familiares y a amigos, porque la familia es lo primero.

Cuando surgió la pandemia en lugar de tomar medidas y avisarnos se dedicó a ocultar, que es una forma de engañar, las recomendaciones de la OMS y a dejar que se convocasen actividades multitudinarias de todo tipo, con la consiguiente propagación de la enfermedad y de los numerosos muertos que se han producido, cerca de cincuenta mil y el confinamiento posterior, que se podría haber evitado, si hubiese tenido un poco más de sentido común.

Por supuesto en la contabilización del número de víctimas producidas por el virus que ha barajado el gobierno siguen sin cuadrar las cifras que ellos anuncian con las reales. Nueva mentira.

Oficialmente el presidente defendía con ahínco en los medios de comunicación que disponía el Ministro de Sanidad de un Comité de expertos, cuyos nombres no fueron revelados para evitar presiones y resulta que muchos meses después no ha tenido más remedio que reconocer que nunca existió. Nos mintió una vez más.

Ha venido de las reuniones con los líderes europeos como un jerarca triunfalista cuando en realidad los españoles deberemos pagar la mayor parte de lo que nos prestará la comunidad europea, casi nada saldrá gratis total. Se le ha visto sonreír, salir en las fotos, darle vueltas a un bolígrafo y acatar lo que le decían e imponían los demás, porque ideas, llevaba pocas, y deudas del país muchas, a pesar de los cientos de asesores que ha nombrado, que como consecuencia de ello se han acrecentado.

Y en este panorama que se nos viene encima por el cierre de empresas, por la destrucción de empleo y por la futura banca rota de la economía nacional, siguen pensando que lo están haciendo muy bien.

Mucha gente sigue sin cobrar los ERTES, el turismo en pleno verano ha caído en picado, potenciado por la sinrazón de las declaraciones de los asesores, como Simón del desierto, que desde su columna suelta que no se debe viajar al extranjero y él se pierde por Portugal para practicar surf, con la que está cayendo en España. Por si esto fuera poco motivo para estar todos a pie de obra, los comedores sociales, con Caritas a la cabeza, siguen desbordados y esto no ha hecho más que empezar y a ellos sólo se les ocurre amontonarse en los asientos, aplaudir y sonreír, como si todo este desmoronamiento general no fuera con ellos.

Y con este panorama, el presidente también se va de vacaciones, porque debe tener un estrés sobrehumano, tanto aplauso agota los tímpanos. Y lo que se nos viene encima puede esperar.

Y ahora, tanto a los socialistas como a los podemitas les ha interesado sacar el tema del rey, lo han dejado estar, pero ahora les interesa sacarlo a la luz para que miremos para otro lado, porque está todo tan podrido que huelen todos a gran distancia. Anda que no han tenido tiempo de hacerlo. Pero lo tenían estudiadísimo.

Podríamos seguir tirando del hilo, pero es muy cansado hablar todo el día de lo mismo. Este recambio de sofistas que venía a regenerar la política ha llevado el desgobierno al punto más álgido, haciendo suya la máxima del gran Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.

Qué sigan los palmeros jaleando al mundo, ávidos de dinero y siendo astutos, usando palabrería vacía que nada significa, que cabalguen, tensen el arco y no digan la verdad, porque al final, ellos seguirán sin saber tomar medidas, aunque bien pagados y nunca pasará nada.

Ese es el terrible panorama que nos espera.