Con este sencillo título, quiero hacer una llamada en general, al regreso a vivir a los pueblos, pero no solamente para pasar unos días en verano, Semana Santa o Navidad, o como hemos podido leer, en varios diarios, días pasados, que recogían que, ahora el deseo de vivir en los pueblos, presumiblemente venía motivado por el miedo a futuros confinamientos, ¡Dios quiera que no se vuelvan a repetir!

La finalidad de estas líneas es poner en consideración que quienes deseen acudir a vivir a un pueblo y no hayan vivido nunca en el mundo rural y procedan de grandes ciudades o núcleos de concentración de población, sepan que van a tener calidad de vida, esto es, van a tener una vivienda amplia, independiente, con corral y a precios más que asequibles y lo que es muy importante, sin gastos de comunidad.

Sepan que van a cambiar el ruido por el silencio, las reducidas dimensiones del piso de la ciudad, por la amplitud de su casa el pueblo y todo ello a un mínimo coste de adquisición. Prueben y verán la diferencia. Comprobarán que poder disfrutar de una casa en un pueblo como vivienda permanente es un privilegio.

Y si tienen dudas sobre la integración, les diré que las personas del mundo rural suelen ser personas que acogen rápido y bien.

El confinamiento y la presumible implantación del teletrabajo como forma habitual de trabajar en muchas actividades profesionales, pueden ser motivos más que suficientes y justificados para que muchas personas se planteen, muy en serio, el adquirir una vivienda en un pueblo, como residencia permanente, donde la calidad de vida en relación con la ciudad no es comparable.

Recuerdo haber escuchado hace unos meses, en la radio unas declaraciones de la entonces Decana del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) en las que expresaba que el confinamiento había puesto de manifiesto que las personas pedían viviendas con espacios más abiertos, balcones, terrazas, jardines, etc...

Por su carestía la vivienda media de la ciudad suele ser de reducidas dimensiones, se ha tenido la idea de vivienda-dormitorio, pero cuando una familia se ha visto en la obligación de permanecer varios meses en casa, sin apenas salir, se da cuenta de las limitaciones físicas que ello supone y de los problemas que genera la convivencia.

La calidad de vida en los pueblos pequeños ofrece, paz, tranquilidad, en definitiva, bienestar, que en los tiempos presentes y en los futuros, si esto no se remedia, va a ser fundamental.

Hemos de pedir a los organismos públicos competentes que doten a los pueblos de los mismos medios y servicios que disponen las ciudades para que sus moradores puedan realizar desde su casa del pueblo los mismos que un trabajador de la ciudad. Se dote a los pueblos de un adecuado servicio médico, internet, vías de comunicación, (no se pide metro urbano ni aeropuerto, porque no se necesitan), pero sí se pide lo básico y necesario en el mundo actual.

Cuántos problemas laborales, sociales, culturales y de toda índole, se hubieran evitado si la industria no se hubiera concentrado en determinados puntos y se hubieran respetado las cabezas de comarca. El primero la despoblación de los pueblos, con el traslado de sus paisanos a la ciudad a trabajar, el segundo la adquisición de una vivienda en la ciudad a precios desorbitados, tercero la creación de grandes barriadas en las ciudades con los problemas que ello comporta, y muchos más.

Reflexionemos todos un poco, y esperemos que el regreso a los pueblos sea el salvavidas para muchas familias, pero no olvidemos que para que se genere trabajo y se pueda trabajar, los gobiernos local, provincial, autonómico y nacional tienen la obligación de generar infraestructuras importantes.

A nuevos tiempos, nuevas invenciones.

Pedro Bécares de Lera