En un lugar de la provincia de Zamora, de cuyo nombre no puedo olvidarme, ha tiempo que allí vive una hidalga señora, una señora estupenda que frisa la edad ideal, guapa de rosto, de complexión fuerte, madrugadora por naturaleza, amiga de la caza y de las delicias de la tierra, para quien la culinaria no tiene secreto alguno. Conocida en los cuatro puntos cardinales de España como Gloria, la de El Empalme. Su nombre Gloria Lucía Cortés. Y en verdad que todo lo que esta dama de los fogones toca, se convierte en gloria para todos los sentidos.

De Gloria se ha dicho y escrito hasta la saciedad, siempre en términos elogiosos. No es para menos. No en balde es la reina de los fogones. Y allá por donde va, sentando cátedra en materia de setas y caza, no sólo se hace con el aplauso de propios y extraños, sabe cómo hacerse también con su cariño. Gloria es amiga de todos y enemiga de nadie. Lo mismo sube a los palacios, que baja a las cabañas, que se le abren los claustros monjiles y en todas partes deja memoria dulce y sabrosa de ella misma.

De Gloria subrayaría su carácter abierto, su bondad innata, sus múltiples capacidades entre las que destaca una, digna del reconocimiento de todos. Cuando Gloria sale de Zamora, se convierte en la mejor embajadora de esta tierra. No sólo por lo que hace y dice de Zamora, sino porque con ella van todos los productores de la tierra. Ella es la mejor propaganda, la mejor publicidad, de la carne, del vino, de los embutidos y jamones, de los aceites y vinagres, de los productos de la huerta, pimientos y tomates, de los orujos de los Hermanos de la Fuente, José Antonio y Dani, de Vega de Tera, de todo lo que sea susceptible de ser promocionado más allá de las lindes provinciales.

Gloria lo mismo se codea con don Amancio Ortega y con doña Paloma O’Shea, que con tantas y tantas personas anónimas que, una vez han pasado por El Empalme, vuelven encantados. No es para menos, Gloria es también una magnífica relaciones públicas, capaz de promocionar y dar salida ella solita al sabor de esta tierra que no la vio nacer pero que la ha hecho suya en pocos años. Escuchar a grandes personalidades de todos los ámbitos hablar de Gloria, es escuchar un canto constante de afectos y de gratitudes.

Quizá porque Gloria, la de El Empalme, es un canto de esperanza. O como decía Umberto Tozzi en su canción: “Gloria es un campo de sonrisas, agua en el desierto, corazón abierto”.