El dicho, en botica podemos encontrar todo, se refiere a que en las boticas, actualmente farmacias, podemos encontrar lo bueno para curarnos y lo peligroso para morir envenenados. Para que esto no suceda están los entendidos, los dispensadores de los productos. Los farmacéuticos, los formados y los acreditados por las universidades para esos menesteres. Y por ello, sabiendo todo esto, acudimos con seguridad y confianza a las farmacias para buscar y recibir lo que otros entendidos y acreditados, los médicos, nos han prescrito como saludable. Hay pues una relación entre competencia, formación, confianza. Por eso al titular esta glosa “Como en botica”, expresamos un deseo. Ojalá con lo que encontramos en la vida social ocurra con en la botica. Que encontremos de todo pero bien preparado, etiquetado y sobre todo bien administrado.

Y empecemos por la información. Nos llenan las redes y watsaps de mensajes anónimos, no se sabe dónde fabricados, ni por quién y se nos dice además que reenviemos. No hay constancia de fuentes, ni de transmisores. Solo contenidos. Ser informador, conformador de informaciones es cosa seria y de obligada formación y control. En estos momentos de mucha importancia para no generar unas sociedad envenenada por bulos interesados propagados con facilidad, sin controles. Venenos que intoxican las mentes y las conductas. Pero esto obliga a las instituciones informativas a cuidar más sus informaciones y estar solo al servicio de la verdad y el bien común, sin tapar ni ocultar a quienes no lo merecen. La gente, los ciudadanos espera servidores de información pulcros, limpios, competentes. Y medios sin intereses bastardos. De lo contrario las personas buscarán información en esos otros canales contaminados. Todos tenemos mucho que hacer. Ya me gustaría por ejemplo ,ver en los presupuestos de los ayuntamientos, también de los más pequeños partidas destinadas a facilitar información buena a los ciudadanos. De sus plenos, comisiones, proyectos y de la general, facilitando la compra de periódicos. Tal vez el ahorro en fiestas permita este año llenar nuestros pueblos de buena información y encontrar el periódico en muchos espacios.

En tiempos de incertidumbres, miedos como estos todos corremos el peligro de sucumbir al menos a tres tentaciones. La angustia, como vivencia de un temor preciso , sin causa clara. El miedo como recelo de que tememos a que suceda algo contario a lo que deseamos y temor como expresión de intranquilidad ante un posible daño futuro. Ante estas situaciones no objetivables sino subjetivas, pero existenciales, los poderes públicos no pueden asegurar todo y por ello apelan a nuestra responsabilidad. Cada uno es investido de una autoridad moral, aunque no legal para colaborar en ese bien común a reducir angustias, miedos y temores. Y desde esa perspectiva entiendo yo que hay que mirar y actuar. No son sanas, ni buenas, ni de recibo, esas desconfianzas que se encuentran en no pocos pueblos ante los que llegan de fuera. Y como me decía un fontanero, un comerciante, un temporero: Os necesitamos, vosotros nos ayudáis a tener trabajos y remuneraciones.

Tampoco podemos esperar que haya un policía detrás de cada uno para sancionarle por un incumplimiento de lo mandado. Pero el ciudadano normal no puede abdicar de, amablemente, cortésmente , decir una palabra ante quien no lleva mascarilla, no guarda distancias u otro incumplimiento. Todos guardamos a todos. Todos por uno y uno por todos. Yo mismo he sido de los siguientes hechos. Uno arroja una colilla, cerca de un cenicero y de hierba seca. Otro que lo ve, le dice: hombre, pero y, mueve la cabeza y el otro responde, tienes razón, muchas gracias. Se agacha coge la colilla y la deposita en el cenicero. Los dos se agradecen mutuamente. En la sede de una entidad bancaria hay un montón de gente, apelotonados. En el suelo pegatinas informando sobre los dos metros de distancia. Un cliente cuando termina le dice al empleado, pido mis dos metros de distancia para salir. El empleado se hace el sueco y dice que él no dice nada. El cliente responde que no se va hasta que no vea los dos metros libres. Al final de mala gana el funcionario pide distancias y algunos clientes abuchean a quien pedía respeto a la norma y a la autoridad que lo exigiera. Como en botica de todo. Me quedo con que todos somos en estos tiempos dispensadores de productos auténticos.