Histórico, solidario, integrador, nacimiento de una nueva Europa…No se han ahorrado adjetivos y frases para calificar el acuerdo alcanzado en Bruselas tras cinco días de reuniones agotadoras. ¡Hasta Pablo Casado tuvo palabras elogiosas, aunque se cuidó muy mucho de felicitar a Pedro Sánchez por su papel en las negociaciones; en cambio, sí mencionó las gestiones de Angela Merkel, Ursula von der Leyen y hasta Christine Lagarde, que son, faltaría más, correligionarias suyas (o eso parece)! España y yo somos así, señora. Al enemigo ni agua, no vaya a ser que nos quite algún voto.

De modo que el presidente del Gobierno se trajo de la capital belga unos 140.000 millones de euros, pero aquí la oposición, no toda, puso pegas y más pegas y en eso sigue y cada vez más recia, ¿verdad Teodoro García Egea, campeón del mundo de lanzamiento de chuchos de aceituna con la boca? En más de un momento parecía que la cúpula del PP estuviera alineada con el primer ministro holandés, reacio a las ayudas, y no con la postura de Pedro Sánchez, el italiano Conte, el francés Macron, la alemana Merkel y la mayoría de los países de la Unión Europea, todos menos Holanda, Suecia, Austria, Dinamarca y, a última hora, Finlandia. Se trata, sin duda, de una nueva versión del patriotismo bien entendido, de la táctica de la banderita llevada en volandas a las instituciones comunitarias.

140.000 millones. Un pastón. Menos de lo que España reclamaba, pero mucho más de lo que estaban dispuestos a soltar las naciones llamadas frugales, aunque mejor habría que denominarlas tacañas o agarradas. Si no he echado mal las cuentas, de ese dinero más de 72.000 millones son subvenciones a fondo perdido y el resto, créditos a devolver. Forman parte del montante global acordado en Bruselas: 750.000 millones, cantidad puesta sobre la mesa desde el principio por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, otro de los grandes muñidores del acuerdo. El problema era el reparto entre ayudas directas y préstamos. Merkel y Macron habían pactado 500.000 millones para el primer apartado y 250.000 para el segundo. Los frugales pedían cero en subvenciones a fondo perdido y los 750.000 a devolver por los países beneficiados. La intransigencia de esta postura estuvo a punto de tumbar las negociaciones e hizo que estas tuvieran que prolongarse tres días más de lo previsto.

-¿Y cedieron así como así los tacaños, que miran la pela con lupa?, se pregunta don Pacomio, siempre receloso en asuntos de las perras.

-No, hombre, se han llevado una pasta gansa en descuentos a su contribución al presupuesto europeo. He leído que dejarán de pagar 6.479 millones al año entre los cuatro avaros, contesta don Teonesto, que se ha empollado y se sabe de memoria todo lo relacionado con la cumbre de Bruselas.

-Acabáramos; si quieres que te cante, la tela por delante; es una ley universal; hasta rige en Holanda y esos otros sitios que dice usted, remata don Pacomio.

Y no fue la única cesión que hubo que hacer en esos días duros y noches en vela. Se anuncian recortes en otros programas que la Unión Europea tiene en marcha o en previsión. Y se intuyen ajustes, a la baja, claro, en algunas partidas de los próximos presupuestos europeos, los del periodo 2021-2027. Aquí preocupan, y mucho, los referentes a la Política Agraria Común, la famosa PAC. Las asociaciones agrarias ya han puesto el grito en el cielo. Calculan que la rebaja será, como mínimo, de un 10%. El ministro de Agricultura, Luis Planas, no cree que se produzca tal descenso, sino que se mantendrá el montante global de las ayudas, que cifra, para España, en 6.800 millones anuales, 47.682 en la etapa 2021-2027. ¿Quién tiene razón? El tiempo nos lo dirá de balde, si bien es lógica la inquietud en el campo. Llueve sobre mojado. Siempre que hay problemas económicos acaban pagando los mismos. Y eso que todo el mundo se ha deshecho en elogios por la labor de agricultores y ganaderos durante la alarma y por haber garantizado alimentos suficientes y de buena calidad.

El ministro también ha anunciado negociaciones para intentar cambiar la aplicación de la PAC, o sea para la distribución de las ayudas. Ya era hora. No es lógico que cobren ese dinero quienes no se dedican al campo, sino que son únicamente propietarios de tierras. Una parte importante de las ayudas de la PAC se van a jubilados que, además, viven en las ciudades. Luis Planas ya ha dicho que los recursos deben ir prioritariamente al llamado “agricultor genuino” (por calificativos que no quede), es decir al profesional que vive de la agricultura o la ganadería. Y que el techo máximo sea de 100.000 euros. Veremos.

¡Ay la PAC, la PAC, siempre en guerra!