La verdad es que para robar, cualquier estación del año es buena. Sin embargo, no me diga por qué, durante la canícula los robos se incrementan. Hay que andar con mucho cuidado por la calle, llevando a buen recaudo cartera y monedero. Hay que poner sumo cuidado en comercios y supermercados. Y nada digo en el hogar, dulce hogar, de cada quien, cuya intimidad violan los cacos dejando una huella en forma de trauma entre sus inquilinos.

Afortunadamente la Policía Nacional y también la Policía Local, vigilan. No sé si en Zamora habrá suficientes efectivos. Lo que sí nos sobran son ladrones de todas las raleas. Ladrones y ladronas, porque las mujeres empiezan a robar terreno a los hombres. Ejecutan la tarea con una limpieza increíble. Cualquier sitio es bueno para guardar el producto del robo. Las tiendas de ropa y calzado son las favoritas de los cacos y las ‘cacas’, perdón, a lo mejor no existe el femenino de caco. Para una vez que quiero ser complaciente con las acérrimas del lenguaje inclusivo y me salen la cosas por donde no deben, por el ano, que no año.

En los supermercados es donde los amigos de lo ajeno se ponen las botas. Por un lado con lo que afanan de la propia tienda, por otro remejiendo en los bolsos de las compradoras, cosa que hacen con una limpieza indescriptible, visto y no visto. Los sobres con ibéricos, las latas de conserva, los envases pequeños que, a veces, son los mejores, porque contienen delicatesen, son susceptibles de ser ‘levantados’ por gente la mar de habilidosa. Podrían tener esas habilidades para hacer otro tipo de cosas más provechosas o para dedicarse a la magia.

Tampoco hay que perder de vista las estaciones de trenes y autobuses, donde siempre hay algún ‘despistado’ dispuesto a hacer de las suyas. Ojo con el que mete la mano donde no debe pero mucho peor es, sobre todo para las mujeres, el otro tipo, el que se arrima excesivamente e incluso realiza tocamiento con las manos. Esos dan más asco que otra cosa. Son especímenes de estación que se dan por igual en las grandes y en las pequeñas como las de Zamora, fundamentalmente en la estación de autobuses. Y no crea que se trata de críos. A veces son septuagenarios e incluso octogenarios que deben sentirse muy ‘desasistidos’.

De todo hay en esta peculiar viña que dudo mucho sea del Señor. No sé si el verano es para robar o los robos son para el verano. Y eso que la ausencia del gabán dificulta mucho las cosas.